2.
Los pehuenches durante la colonia
Durante
los primeros años de la invasión europea, el relativo aislamiento
de la población pehuenche en la cordillera permite sólo breves
contactos con el español, se verifican eso sí, tempranos
encuentros con las incursiones hispanas, gracias a los descensos al valle que se
hacían, fundamentalmente para establecer relaciones
comerciales.
En
1550, Jerónimo de Bibar describía así las relaciones entre
aquellos:
“Estos
bajan a los llanos a contratar con la gente de ellos en cierto tiempo del
año, porque señalado este tiempo, que es por febrero hasta fin de
marzo que están derretidas las nieves y pueden salir (...) cada
parcialidad sale al valle que cae donde tiene sus conocidos y amigos y
huélganse este tiempo con ellos. Y traen de aquellas mantas que llaman
llunques
y también traen plumas de avestruces. Y de que se vuelven llevan
maíz y comida de los tratos que
tienen...”
En
1575, se producen los primeros encuentros violentos al sur del río
Toltén, cuando estallan las sublevaciones de huilliches y los habitantes
de la cordillera, a las que se habrían sumado los
pehuenches.
Así por ejemplo, en el ataque y destrucción de la ciudad de
Chillán, llevado a cabo en 1599 por grupos indígenas, existe
constancia de participación pehuenche junto a otros
mapuches.
Luego
de la implantación del sistema de encomienda en la zona central, los
pehuenches abandonan la parte occidental de la cordillera y se repliegan
más al
sur,
esto les permite mantener el control sobre sus recursos y tierras lejos de la
ingerencia extranjera, a lo largo de todo el período colonial. Durante
este tiempo, despliegan con los hispanos una relación contradictoria que
fluctúa entre la alianza con los mapuches y otros indígenas en
contra del dominio colonial y la colaboración, para enfrentarse a grupos
indígenas enemigos.
La
relación pehuenche-hispana estuvo dominada por el tráfico y
comercio de ganado y otros productos. A través de asaltos y maloqueos en
las haciendas, los indígenas logran controlar grandes masas de ganado que
introducen a pastar en sus territorios jurisdiccionales para luego
comercializarlos.
A
mediados del siglo XVII la economía colonial de Chile, cambia su centro
de acción desde la minería, hacia la agricultura, destinada a
proveer los yacimientos de Potosí en el alto Perú. Esto hizo
incrementar la población y producción en el valle central y en la
zona del Maule. Se consolidó un circuito comercial que cubría una
extensa zona, desde las pampas transcordilleranas a Concepción, a
través del cual los pehuenches portaban productos hacia uno y otro lado
de la cordillera.
En
Concepción los españoles compraban el ganado y este era acarreado
al valle central para la engorda. Este ganado, junto al tasajo preparado con la
sal que se traía desde las pampas, constituía el grueso de los
productos exportados en esta época desde Chile al Perú. Circula
además una serie de otros productos menores, los españoles se
interesan por obtener pieles, ponchos y plumas de avestruz, a cambio, entregan
trigo, maíz, licor, frenos, espuelas, plata y otros.
Las
relaciones comerciales, no estaban exentas de conflictos, maloqueos y venganzas
entre uno y otro bando. En 1657, por ejemplo, grupos pehuenches atacan las
tierras del Maule, maloquean veintisiete estancias y luego extienden la
incursión a las tierras de Cuyo. En esta ocasión, descubren un
nuevo e importante paso cordillerano hacia las productivas estancias ubicadas al
sur de Mendoza. El “Paso pehuenche” a través de la
cordillera, les permite desde entonces, pasar el ganado desde Mendoza
directamente hasta el Maule, sin la necesidad de llegar a Concepción. En
las provincias del Maule se comenzaron a realizar ferias de intercambio, que
duraban uno o dos meses, de tal forma que la activación del comercio
transversal resulta decisiva para el desarrollo económico y poblacional
de esta
región.
Por
otra parte, los boquetes cordilleranos tenían un doble significado para
los españoles, tanto como oportunidad y amenaza. Oportunidad debido a que
constituían un impulso al desarrollo regional, pues gracias a ellos se
generaba una “cultura de las ferias” en los diversos poblados, y
amenaza, porque su control, por parte de los indígenas, abría la
posibilidad a una invasión. Para este efecto, sólo se
permitió el paso comercial hacia el valle por el de La Laja y Antuco y
los intercambios junto al fuerte Tucapel, prohibiéndose el
tránsito por otros pasos y estableciéndose cuerpos de guardia para
mantenerlos
cerrados.
Por
otro lado, desde mediados del siglo XVII, durante el segundo Parlamento de
Quillin realizado en 1647, españoles y pehuenches acuerdan ciertas
alianzas, donde los primeros se comprometen a prestar ayuda a los pehuenches en
sus disputas con grupos indígenas
enemigos
y, a cambio, se invita a las misiones católicas a ingresar a tierras
indígenas con fines de evangelización.
La
existencia de acuerdos, parlamentos de paz y “entusiastas”
invitaciones de los caciques a instalar misiones en sus tierras, no implican en
absoluto que la relación entre pehuenches y españoles se hubiese
consolidado pacíficamente. A lo largo del período colonial, los
acuerdos se invalidan una y otra vez, cuando los caciques pehuenches generan
nuevas alianzas con los mapuches, puelches o huilliches para atacar los poblados
y ciudades hispanas del lado oriental y occidental de la cordillera.
Así,
se lleva a cabo una nueva rebelión en 1769. Los españoles
reaccionan con nuevos controles al comercio -instalan un nuevo fuerte, al
costado del río Duqueco- con el fin de controlar la bajada al Valle
Central -Isla de la Laja-. Una de las principales rutas que iba del valle
Queuco, atravesando por Alul, la única permitida para transitar a los
españoles -además de la de Antuco-. Hacia finales del siglo XVIII,
se unen en el sector argentino con los huilliches, mapuches y aónikenk
atacando diversas ciudades y apoderándose de miles de cabezas de ganado.
Los ataques reciben una dura respuesta por parte de los españoles
ubicados al otro lado de la cordillera, que los neutraliza hasta los
últimos años del período
colonial.
En
vísperas de la independencia, un documento fechado en 1796,
señala que el butalmapu -división de tipo geográfico-
pehuenche estaba formado por diez ayllarehues conocidos como Villucura,
Rucalgue, Degmo, Chanco, Cura, Guayalí, Caibuyaunal, Neuquén,
Dagüegue y Pino, con una población que llegaba a los 10.188
habitantes. Concentrándose en Degmo, Chanco, Cura y Guanbalí,
parcialidades ubicadas en los valles y faldeos de la cordillera al sur del
Bío Bio, sumando 5.097 personas. Luego se encontraban los del sector
oriental con 3.424 habitantes: Caibuyaunal, Neuquén, Dagüegue y
Pino. Las reducciones cercanas a Cuyo habitadas por alrededor de mil personas, y
Villucura y Rucalgüe, próximas a Santa Bárbara, contaban con
1.667.