1.
Los primeros habitantes y la apropiación del territorio
El
territorio pehuenche ancestral, abarcaba ambas vertientes de la cordillera de
los Andes, entre Talca y Lonquimay, entre los ríos Diamante y el sector
sur del río Neuquen, en el área trasandina. La presencia de
pehuenches desde el río Maule hasta Chillán fue esporádica
y correspondió a irrupciones de grupos que provenían desde el otro
lado de la
cordillera.
Dado
el sistema de gradientes altitudinales que permite el desarrollo de diversos
pisos ecológicos vegetacionales, como el mallín, la pampa baja, el
bosque nativo de diversas especies, las pinalerías (bosques de
araucarias) y las pampas altas, los habitantes de este territorio configuraron
dos espacios económicos, invernada y veranada, y en el tránsito
entre ambos se desarrollan y fortalecen, hasta hoy, los elementos de su
identidad y
cultura.
La
invernada se encuentra en las partes bajas de fondos de valles y la veranada en
las zonas altas; ambas asociadas al régimen climático anual y
dependientes de la existencia o ausencia de nieves. La invernada es el espacio
económico y el hábitat donde se encuentran la vivienda, los
corrales, las praderas y parte del bosque nativo, correspondiendo a áreas
de menor precipitación de nieve. Cuando estas comienzan a retirarse
definitivamente en primavera y los animales están paridos, se inicia el
ascenso a las veranadas -sectores de altura- llevando los animales a los pastos
nuevos e iniciando la cosecha tardía del piñón, que
corresponde al fruto no recogido en la temporada anterior y que terminó
de caer en invierno.
Originariamente,
los pehuenches habrían formado parte de grupos nómades
recolectores cazadores de la cordillera, que habrían poseído
lengua y cultura propias. Estos grupos migraban por las inmediaciones andinas de
la actual provincia de Neuquén, Argentina, y posteriormente se
integrarían a la población mapuche del sector occidental de la
cordillera.
Sus desplazamientos continuos son entendidos también como una
trashumancia, desarrollada en un espacio bien delimitado y donde cada grupo
ocupaba estacionalmente ciertas localidades, transitando por ambos lados de la
cordillera desde fines de la primavera hasta fines del
otoño.
Se
presume le existencia de vínculos étnicos con los Aónikenk
[conocidos como Tehuelches] y con los habitantes no mapuches de las pampas y la
Patagonia.
Con los primeros, a pesar de ciertas hostilidades, habrían mantenido
relaciones de intercambio que se mantuvieron aún después de la
llegada de los europeos, ya que los Aónikenk les proporcionaban cueros
para toldos, plumas, potros sin domar, a cambio de tejidos, aguardiente o ron
valdiviano.
Respecto
a la organización social, la población pehuenche se habría
cohesionado en torno a pequeñas bandas especializadas en la
explotación del piñón y en la caza de guanacos,
ñandúes y ciervos andinos. El consumo del piñón ha
sido un elemento central de su cultura, que perdura hasta el presente. Este era
consumido como harina con la que se hacía una especie de pan o torta;
también lo comían
tostado.
En la caza y la guerra, demostraban su habilidad en el manejo de la flecha y la
boleadora. La adopción del caballo, a fines del siglo XVI, es crucial en
las transformaciones de su estilo de vida, pasa a formar parte importante de su
alimentación y les sirve como medio de transporte para extender sus
desplazamientos tanto hacia el norte como al
sur
y se convierte además en un elemento central de rituales tales como el
funerario, de acuerdo a las descripciones realizadas por los cronistas
hispanos.
Con
los cueros de caballo, confeccionaban el toldo -vivienda de fácil
construcción y transporte- que formada por una armazón hecha con
varas largas de madera, cubierta con pieles de potro cosidas unas con otras para
evitar la penetración de la lluvia y el
frío.
A medida que pasa el tiempo y se consolida el proceso de pastorilización,
las prácticas nómades que sirvieron de base a la economía
de recolección comenzaron a quedar atrás, surgiendo en su lugar
verdaderas
aldeas.
Las
tolderías pehuenches estaban conformadas por la familia extendida que
presidía el antepasado masculino de mayor edad, quien ejercía el
poder en su calidad de
lonko
o cabeza de
familia.
Se establecían, por lo general, cerca de un río o estero y
mantenían sus rebaños de caballos, ovejas y vacunos pastando cerca
de la toldería. Al talarse el campo y agotarse el pasto para el
rebaño se trasladaban de
lugar.
Estos asentamientos se asemejaban a un núcleo central con varias
dependencias que giraban en torno de lo que constituía la toldería
principal. “Allí vivía el jefe más prominente y era
el lugar donde acudían los miembros del grupo cuando se avecinaba un
malón. Siempre a la vista unos de otros, la seguridad militar
parecía ser un objetivo prioritario a partir del cual se
distribuían los
asentamientos.
Bengoa, José.
Historia
del pueblo Mapuche. Siglo XIX y
XX.
Ediciones Sur.
Santiago. 1985. p. 51.