Portada Anterior Siguiente Índice | 1. Los pueblos de Chile central al momento de la invasión europea

1. Los pueblos de Chile central al momento de la invasión europea


Hacia el siglo XVI, los pueblos que ocupaban el valle central habían logrado el manejo eficaz de una variada gama de recursos energéticos y fuentes alimenticias. A la gran cantidad de cursos naturales de agua -ríos, arroyos, lagunas, etc.- se sumaba un extenso sistema de canales de regadío que cruzaba los valles de Aconcagua y Mapocho; veintidós acequias grandes o principales para Aconcagua y veintiséis para Mapocho. La subsistencia de la población dependía fundamentalmente de la agricultura, pero se mantenían presentes actividades asociadas a la caza y a la recolección. La base de la alimentación eran tubérculos como la papa, y herbáceos como el maíz, ambos de alto rendimiento y posibilidad de almacenaje en invierno[1]. Para el valle de Rancagua, también se observa una situación similar respecto a la existencia de actividades de siembras asistidas por regadío artificial, sistema ampliamente difundido entre las parcialidades indígenas del sector, mucho antes de la llegada de los españoles[2].

Otra fuente de subsistencia -que si bien se dio en menor medida, probablemente habría constituido un símbolo de prestigio- fue la caza del “chiliweque”, carnero de la tierra, llama y/o guanaco, del cual se aprovechaba la carne y la piel. También es posible que se mantuvieran en cautiverio por cortos períodos a guanacos que bajaban de la cordillera durante las temporadas de altas temperatura, aunque en el valle de Aconcagua este recurso podría no haber sido demasiado abundante.

Además contaban con recursos silvestres tales como bosques de arrayán, sauces, molles, laureles, algarrobos, espinillo, guayacán, de los que obtenían madera, frutos, aves e insectos comestibles[3].

De igual forma, los primeros cronistas hispanos mencionan una amplia variedad de aves y peces de agua y mar. La miel, era otro de los recursos, así como una serie de plantas y partes de animales utilizadas para curar enfermedades -y envenenar enemigos-, tales como las “piedras bezares” obtenidas del estómago de algunos guanacos; roedores, pájaros, peces de ríos. Además. la recolección de tubérculos -“cebolletas”- y de frutos -del algarrobo-, habrían sido vitales. Para el sector costeño de Aconcagua, donde el clima era más caluroso y húmedo, se daban lúcumas, paltas, chirimoyas y una amplia gama de productos del mar que complementaban los cultivos. Estas diferencias entre los sectores del interior y la costa, permitieron el intercambio de bienes entre distintas sociedades, y el acceso a otras tierras y/o recursos provenientes de ecosistemas distintos[4].

Durante el siglo XVI, en los valles de Aconcagua y Mapocho, habitó una población local de indígenas agricultores con asentamiento permanente, un pequeño número de cazadores recolectores cordilleranos estacionales que llegaban en verano, atraídos por los guanacos y el trueque; así como colonias de mitimaes provenientes desde distintas zonas de la región andina vinculada a los intereses administrativos y “militares” del incario en los valles. Es posible, también, que por estos territorios transitaran familias de grupos indígenas “vecinos”, incluso del otro lado de la cordillera. Convirtiendo a ambos valles en espacios pluriétnicos y multiculturales[5].

Diversas denominaciones y divisiones de orden político, entre los grupos que habitaban el valle central, indicarían diferencias étnicas entre ellos. En este sentido, el Valle de Aconcagua representa el límite norte de una población con una base cultural y lingüística común, reflejada en el uso de la lengua mapudungun[6]. Los primeros documentos generados para el “reino de Chile”, por cronistas y conquistadores, indican la existencia de varias provincias en el territorio. En algunos casos, son nombradas con el apelativo dado a sus habitantes, como promaucaes o picones; en otros, recibían un nombre genérico asociado al espacio geográfico, de Chile, Mapocho, Apalta, Maule o Itata, el que a su vez podía designar a los habitantes, como mapochoes, apaltas, maules o itatas[7].
En el valle del Mapocho, se encontrarían algunas diferencias respecto a las poblaciones cercanas. Hacia la costa, próximo a Melipilla, se encontrarían los picones; hacia el sur, desde el Maipo a Angostura, la “provincia de los promaucaes”[8]. El término promaucaes proviene de la conquista incásica. Los indígenas del sur de la angostura de Paine, se resistieron fuertemente al avance de las tropas inkas, de ahí que estos los denominaran purun aucas, que alude a “rebeldes o enemigos no sometidos”, según el vocabulario de Diego González Olguín (1608). El cronista Jerónimo de Vivar, en cambio, aseguraba que derivaría de pomaucaes, voz que interpretaría como lobos monteses, en sentido figurado. La palabra, en todo caso, refiere a poblaciones rebeldes al Tawantinsuyo y no constituía un gentilicio local[9].

Jerónimo de Vivar, señalaba respecto a los denominados picones -quienes habrían tenido rasgos comunes con habitantes del Mapocho- que una de las diferencias entre aquellos y los promaucaes radicaba en que los primeros fueron conquistados por los incas, adquiriendo sus usos y creencias, mientras que a los segundos los definiría el hecho de “... haber rechazado dicha conquista y luego no querer ‘servir’ ni sus poblaciones, ni sus caciques a los españoles, huyendo de sus tierras”[10].

El territorio y asentamiento de Pico se situaba al norte del Maipo; se hace mención de la existencia del pueblo de Pico para mediados del siglo XVIII, junto al de Pomaire, ubicado, en la ya -a esas alturas- hacienda de Pico[11]. Si bien se cree que el término picón es el más adecuado para designar al grupo étnico que fue denominado como promaucae, no existe claridad en su significado, el que podría estar vinculado a la palabra mapuche piku -norte-. En mapudungun Pikuküraf tiene como significado viento norte, mientras que nortino o gente del norte equivale a pikümche. Pico probablemente sería una corrupción o traducción castellana defectuosa de piku[12]. Por otro lado, si bien tradicionalmente a las poblaciones establecidas entre los ríos Aconcagua e Itata, se les ha designado como pikunches, las diferencias culturales existentes entre dichos grupos en el siglo XVI, llevaron a los propios españoles “... a encarar parecidas dificultades al momento de proceder a delimitar la identidad de las diversas comunidades étnicas. Los peninsulares del siglo XVI jamás utilizaron un nombre genérico al definir la población del centro. Aluden a indios de Aconcagua, mapochoes o cauquenes, nunca pikunches. Dos siglos más tarde se seguía hablando de quillotanos, mapochoes y promaucaes para referirse a la población autóctona... ”[13].

Entonces, un complejo panorama étnico se configura en estos territorios: aconcaguas, mapochoes, maipoches, picones, cachapoales, promaucaes -en los territorios situados entre el río Maipo y el Maule- e itatas, chiquillanes, andalienes y reinogüelenes, por la región cordillerana de la costa-. Si bien es probable que muchas de estas denominaciones, pudieron haber correspondido a agrupaciones de índole socio-territorial de familias extensas que conforman un determinado linaje, “... con un sistema de asentamientos dispersos, y que se organizan con una jerarquía interna fraccionada, expresada en la existencia de caciques, señores y principales, e indios sujetos a ellos, algunos de los cuales en los primeros años de la conquista son mencionados como ‘principales cabezas del reino’. Es el caso de los ‘capitanes’ Cachapoal, Teno y Gualemo... ”[14]; en lo que respecta a la “provincia de los promaucaes”.


[1] Farga, Cristina. “El valle de Aconcagua en el siglo XVI: Un espacio social heterogéneo”.Tesis Magíster en Historia con mención en Etnohistoria. Universidad de Chile. Santiago. 1995. pp. 25-27.
[2] Planella O., María Teresa. “La propiedad territorial indígena en la cuenca de Rancagua a fines del siglo XVI y comienzos del XVII”. Tesis Magíster en Historia con mención en Etnohistoria. Universidad de Chile. Santiago. 1988. p. 22.

[3] Farga, Cristina. “El valle de Aconcagua...” Op. cit.: 32, 33.
[4] Ibíd.: 34-38.
[5] Ibíd.: 39.
[6] Ibíd.:16.
[7] Manríquez, Viviana. “Purum Aucca Promaucaes. De “no conquistados enemigos” a indios en tierras de Puro, Rapel y Topocalma. Siglos XVI-XVIII”. Tesis Licenciatura en Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile. Instituto de Historia. Santiago. 1997. p .31.
[8] Farga, Cristina. “El valle de Aconcagua...”. Op. cit.: 23; Manríquez, Viviana. “Purum Auca...” Op. cit.
[9] Téllez, Eduardo. "Picones y promaucaes". Boletín de Historia y Geografía Nº 8, pp. 23-33. Universidad Católica Blas Cañas. 1991. p.24.
[10] Ibíd.: 30.
[11] Ibd.: 24.
[12] Ibíd.: 25.
[13] Ibíd.: 22.
[14] Manríquez , Viviana. “Purum Auca...” Op. cit.: 40.