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7. Termino de la Encomienda y repoblamiento de los pueblos de indios

Fue en 1789, cuando el presidente de Chile, Ambrosio Higgins dicto con fecha 7 de Febrero el edicto de termino de la encomienda, obligando a los encomenderos a terminar y liberar a los indígenas de Chile servicio personal en las haciendas establecidas en el norte, centro y sur de Chile, señalando que los mapuche encomendados debían volver a sus pueblos, prohibiendo que las tierras indígenas fueran ocupados bajo cualquier forma de tenencia por españoles, mestizos y otras castas. Esto significaba que los mapuche que servían en las terratenencias hispanas volverían a las tierras de sus Ayjarewe y Lof que aún conservaban, las que habían sido mensuradas en los siglo XVII y XVIII y constituían la propiedad indígena del Pikunmapu, entre los río Aconcagua y Bio Bio. El edicto de 7 de febrero de 1789 señalaba lo siguiente:

“que de hoy para en lo subcecibo, ningún Encomendero pueda por si, ni por medio de sus mayordomos, ni otros sirvientes, obligar a ningún indio al traxajo de Minas, Chacará, obrages, Ingenios, u otras granjerías de Encomendero.... Que en concequencia de todo esto desde el precente día los susodichos Naturales que han estado reducidos a estos trabajos, quedan con entera libertad de restituirse a sus respectivos Pueblos, de donde han sido sacados contra su voluntad con aquel motivo, para que en las Tierras que les pertenecen por sus títulos puedan aplicarse a la labranza de ellos, y exercitarse en la crianza de ganado, y demás géneros de industrias que e notros tiempos han practicado.....Qué de aquí adelante ninguno encomendero, ni otro persona española, Mestizo u otra persona cualquier casta, se introduzca a sembrar en las Tierras pertenecientes a dichos Naturales de orden de los Encomenderos, ni por arrendamientos que hagan alos mismos Indios, o sus principales, y mandones.... Que a más de esto... los expresados encomenderos no tienen mas derecho, ni pueden exigir de dichos Indios otro servicio que el Tributo señalado en las Leyes...”[84].

La ordenanza de Ambrosio Higgins, fueron ratificadas por la Cedula Real de fecha 3 de abril de 1791 y la por cédula de 10 de Junio de 1791 se cancelaron las encomiendas particulares en Chile, ordenándose pasarlas al patrimonio real y que los mapuche desde sus pueblos directamente a la arcas reales de la corona.

Como Higgins dicto su edicto de termino de la encomienda estando en la ciudad de La Serena, el comisionado español, Ramón de Rozas comenzó su trabajo de visita de las encomiendas en esta zona del norte del país, que había formado parte del territorio del pueblo Diaguita y el que además poseía algunos ancestrales asentamientos mapuche. El 22 de febrero, Rozas inicio la visita de las haciendas Limarí enviando a los indígenas al pueblo de Sotaquí, Huamalata y El Tambo. En la encomienda de Huana, Valle del Limari, los indígenas eran del pueblo de Sotaqui. En caso de los indios de Choapa, se les indico que deberían asentarse en Chalinga, donde se creo una reducción indígena pues los ex encomendados no tenían tierras donde volver.

Sin embargo, no todos los indígenas se les restituyeron a sus antiguas tierras. Los hacendados terratenientes influyentes en el poder local idearon la política de entregar tierras de sus haciendas a los mismos mapuches para asentarlos y continuar contando para sus trabajo con la mano de obra liberada del servicio personal[85].

Aunque se libero al mapuche del trabajo obligado en las haciendas se mantuvo la carga del tributo, que significaba que los habitantes del pikunmapu deberían pagar con productos u otras formas valorables, los impuestos al rey. Esta forma de explotación y el proceso de empobrecimiento sistemático al que habían sido sometidos por el sistema de dominación español, como no haber recibido salario en el trabajo de las haciendas, sino pago en ropa y algunos terrenos de cultivo y crianzas, obligo a los mapuche a arrendar parte de las tierras que tenían en los antiguos Lof y Ayjarewe para saldar el tributo exigido. Los españoles en virtud de sus intereses violaron la disposición que ordenaba no hacer uso de las tierras mapuche en los llamados Pueblos de Indios, buscando disposiciones legales anteriores que los favorecieran, para lo que hicieron uso de la Ordenanzas de Intendentes de 28 de enero de 1782, que se aplicaba en el Pikunmapu o Chile central desde 1786, con lo que consiguieron el arriendo de tierras por los pueblos de indios con el fin de hacer cancelación del tributo exigido.

Esta disposiciones fueron cumplidas en forma parcial, pues no todos los mapuche fueron liberados del trabajo encomendado por los españoles, ya que en varias haciendas se mantuvo la encomienda hasta muchos años después. Así en el año 1811, numerosos mapuche se encontraban entre las fuerza de trabajo en las encomiendas de Choapa, Combarbalá, Bajo de Melipilla y Agua Clara en Quillota.

En muchos casos el repoblamiento de los Ayjarewes originales o Pueblos Indios no fue fácil, en especial en la zona de mayor intervención española y constitución de la propiedad hacendal latinfundiaria del territorio del Pikunmapu, como los valles de Aconcagua, Santiago, Rancagua, Mataquito y el Maule y donde las tierras de los Ayjarewes originales se encontraban en gran parte usurpadas por los hacendados, por ocupantes españoles pobres y mestizos, o por la expansión de ciudades y fundaciones de villas. Sin embargo, en algunos casos la larga defensa de tierras mapuche permitirá el repoblamiento de los Ayjarewes. Es el caso de las tierras del Ayjarewe de Codehua, en el sector de Rancagua, donde las tierras habían sido defendidas por los mapuche en numerosos juicios y a la fecha disponían de los terrenos de forma libre. Así, la población mapuche de Codegua que había sido trasladada a la hacienda El Ingenio en el sector La Ligua, pudo reasentarse en sus tierras originales.

El conflicto por la recuperación de tierras de los Ayjarewe siguió vigente durante este periodo, exigiendo los mapuche que se les restituyeran las tierras usurpadas. Fue el caso de la encomienda que se encontraba en la hacienda de Purutun de propiedad de Constanza Marín y Azua, donde los mapuches provenían del Pueblo de Indios de Ponigüe, y que se les había trasladado a la Hacienda Romeral y luego a Purutun donde se encontraban al momento de dictarse la liberación de la mano de obra. Esta hacienda se había formado sobre tierras del pueblo de indios y por tanto los mapuche exigieron tierras en mismo lugar, y aunque la propietaria señalo que no eran tierras indígenas, el Fiscal Protector de Indios, estimo que los mapuche tenían plenos derechos para establecer la reducción dentro de las tierras de la hacienda Purutun, restituyéndoles su patrimonio de acuerdo a las ordenanzas. El acuerdo entre el Presidente y propietario José Tomás de Azua, consistió en la entrega de tierras en lugar ubicado a tres cuadras de las casas patronales, radicación el que paso a llamarse Pueblo de Agua Clara.

También, se produjeron conflictos en otras encomiendas, debido a que la mano de obra mapuche que trabajaba en el servicio personal no tenía procedencia clara, debido a los constantes traslados y haber pasado a formar parte de los “indios de hacienda”, trasladados desde lugares remotos. O donde los encomenderos – hacendados como repudio a las disposiciones que librarán la mano de obra simplemente negaron la información de su procedencia. Fue el caso de la encomienda de Codao cercana a la ciudad de Rancagua, en la que el Marquéz de Villa Palma de Encalada, gozaba del prestación de servicios de 200 mapuche, que se suponían originarios de los Ayjarewe de Aconcagua o de Concepción y que habían prestado servicio durante 90 años como encomendados. Este negó información y a la vez decreto la expulsión tal como lo señalaba la ordenanza de Higgins, y a la vez se opuso a la posibilidad de entregar tierras al interior de su hacienda de acuerdo a las ordenanzas para la radicación de los mapuche. De esta manera, el gobierno español debió intervenir y al no poder devolverlos a las tierras originales, los llevo al Ayjarewe de Rapel (Navidad) donde los asentó entregándole las tierras sobrantes del pueblo de indios. Otra versión señala que el presidente acepto el ofrecimiento de compra de tierras fuera de la hacienda, comprando en 1794 parte de las tierras del pueblo de Rapel, correspondiente a 160 cuadras en 800 pesos.[86]

Estas radicaciones venían a repoblar los antiguos Ayjarewe, o a recuperar tierras perdidas, que habían sido apropiadas por los hacendados vecinos a los pueblos de indios. Además existieron casos donde los hacendados y encomenderos prefirieron mantener la mano de obra mapuche dentro de las haciendas, efectuado radicaciones de mapuche al interior de la hacienda, otorgándole propiedades pequeñas pero que los mapuche supieron exigir los derechos establecidos en las ordenanzas de constitución de la propiedad indígena.

8. Creación de Nuevos asentamientos Mapuche al término de las encomiendas

A parte del repoblamiento de los Ayjarewes y recuperación parcial o total de las tierras dejadas vacantes en los pueblos de indios, con posterioridad al término de la encomienda, decretado el 7 de enero de 1789 se formaron varias radicaciones de mapuche dentro de las mismas haciendas en que se encontraban encomendados. Esta política de ofrecimiento de tierras la impulso el gobierno al advertir que los encomenderos en respuesta al término del servicio personal de la encomienda comenzaron a lanzar a los mapuche fuera la terratenencia, sin hacerse cargo de restituirlo a sus Ayjarewes o pueblos de indios de los que habían sido sacados. La respuesta hacendal, llevo a la intervención del propio presidente de Chile, para hacer ver la injusticia que cometían los hacendados al lanzar a los indígenas y a la vez convencerlos de lo conveniente que les podría significar radicar a los mapuche dentro de sus extensas haciendas. Comentando en carta al Rey de fecha 15 de agosto de 1790, el presidente Higgins, señala sobre el asunto:

“...intentaron, algunos de los encomenderos, arrojarlos de los lugares en que los habían mantenido y que buscasen ellos sus matorrales o se arbitrase el modo de darles tierras en que vivir. Esta pretensión que era general solo llegó a entablar por dos o tres de los encomenderos... aquietados todos y convencidos de la injusticia...(designaron) un canto de sus haciendas las tierras necesarias para acomodar los indios que no mantenían desocupados sus antiguos pueblos...” [87]

En efecto, a fines del siglo XVIII en muchas de las haciendas donde los mapuche se encontraban encomendados, se efectuaron radicaciones entregándoles tierras dentro de la propiedad hacendal. Estos casos fueron a lo menos 14, donde se formaron nuevos pueblos de indios y propiedad mapuche. Entre estos se nombran los de las haciendas Illapel, Pullally y La Palma, en las que se otorgaron tierras a los mapuche formándose nuevos asentamientos indígenas, sobre las tierras que ancestralmente le pertenecían ancestrales y que le fueron usurpadas tres siglos atrás, durante la invasión hispana.

Uno de estos casoS fueron las encomiendas de las haciendas de Illapel y Pullally ubicadas en el Pikunmapu septentrional. Se encontraban encomendadas 142 familias en su mayoría mapuche que comprendían un total de 450 personas, provenientes de los Ayjarewe de Curimon, Apalta del valle de Aconcagua, La Ligua, Llopeo, Rapel y Paucoa. Allí, el Marques de la Pica, José Santiago Yrarrazabal, alegando que las familias indígenas no tenían tierras originarias donde regresar y con el fin de mantener la mano de obra en el lugar ofreció tierras para que se redujeran, radicaran y asentaran cerca de la hacienda. Entrego para el asentamiento mapuche los terrenos denominados Estancilla de Varas y Valle Hermoso y el presidente Higgins acepto esta reducción el 23 de marzo de 1789, midiéndose 120 cuadras regadas, 200 cuadras de montes planos y sin agua, lo que significaba que solo se entregaban 2 cuadras a cada persona. Los mapuche no aceptaron el asentamiento, y exigieron que se respetaran las ordenanzas de Gines Lillo, que correspondían a 10 cuadras al Logko, cinco cuadras a cada mapuche y un cuarto más, lo que implicaba un total de 800 cuadras de pan llevar (tierras de cultivo). No sabemos si se entregaron la totalidad de las tierras exigidas, pero si que se formo el asentamiento mapuche en las estancia de Valle Hermoso y Estancilla de Varas, ya que el 6 de Junio de 1789, el propietario de la hacienda cedió las tierras ante el escribano de Santiago[88].

En la hacienda La Palma, en el distrito de Santiago, el propietario de la encomienda ofreció a los mapuche 25 cuadras para la radicación. El Logko, no acepto el ofrecimiento solicitando que debería entregárseles el potrero de engorda de ganado de la hacienda, y luego de la disputa obtuvo que se le otorgaran un mejor y más amplio lugar dentro de la hacienda para su radicación.[89]

El capitulo del termino de la encomienda y del repoblamiento de los ayllareghues y radicación de los mapuche dentro del Pikunmapu, fue aprobado por el Rey por la cédula de 10 de Junio de 1791, en la que declaro que los indios encomendados quedaban bajo la jurisdicción de la Corona y a los indígenas deberían entregárseles las tierras necesarias para la agricultura y ejidos con arreglo a las leyes del Libro 6 de Recopilación.

9. Las tierras mapuche del Pikun mapu a fines del periodo colonial

Después de la liberación de los mapuches del pikunmapu del trabajo obligatorio en las encomiendas, se decreto su reasentamiento en los pueblos de indios y la radicación dentro de las haciendas. A cambio del termino de trabajo obligado deberían pagar el tributo a la Corona, el que era imposible de ser sufragado por los mapuche, debido al largo proceso de expoliación sufrido durante todo el periodo de dominación colonial que ya comprendía los siglos XVI, XVII y XVIII, y que había significado a los Lof y Ayjarewes la perdida total o de importantes porciones territoriales debido a enajenaciones forzadas, usurpaciones y remates arbitrarios propiciados por la sistema de dominación español.

La capacidad económica de los mapuche se vio reducida a condiciones extremas, puesto que bajo el sistema de explotación de la fuerza de trabajo en las encomienda solo se les aseguro su reproducción mínima y en ningún caso se les permitió la acumulación de riqueza. La dominación española les impuso el obligado pauperismo, reduciéndoles las tierras, despojados de aperos de trabajo, herramientas, insumos de producción y animales, pero sometidos a la carga impositiva de la Corona, la que se debía pagar en dinero o producción de alimentos o bienes. Los Logkos de los Ayjarewes o pueblos de indios que subsistieron alegaron al español que no podían pagar los tributos, ante lo cual los españoles obligaron a los mapuche a que arrendaran las tierras para completar el pago de los impuestos, lo que a su vez violaba las disposiciones del presidente de Chile de 1789, pero resolvía la recaudación impositiva. El tributo constituía entonces una nueva modalidad de expoliación de los mapuche del pikunmapu.

De esta forma las estrategias de subsistencia de los mapuches de los Ayjarewes del pikunmapu a fines del siglo XVIII y XIX consistían en diversos modos de trabajo, arrendamiento y no pago de los impuestos. Los mapuches del pueblo de Melipilla, a los que se le habían quitado su tierras para la fundación de la villa y trasladados a El Bajo junto al río Maipo, debían arrendar las tierras sobrantes para pagar el tributo, llegando a tener 53 arrendatarios en 1792. El Logko de Llopeo, en 1796 señalaba que la pobreza de su pueblo se debía a la usurpación de tierras, a que debían arrendar bueyes para los cultivos y a que existía un política de los hacendados locales de no contratarlos mano de obra mapuche, impidiéndoles generar ingresos por la vía del trabajo fuera del pueblo. En Pomaire, los mapuches complementaban sus ingresos de sobrevivencia, trabajando los hombres en Santiago y las mujeres en la fabrica de loza de greda. Los mapuche de Chiñigüe vivían como inquilinos de la hacienda formada sobre sus tierras desde el momento en que les fueron rematadas por la autoridad española en un acto de arbitrariedad extrema, cuando en 1787 pretendieron reducirla la población de varios pueblos de indios de Santiago a una sola reducción, cuestión que no se concreto, pero donde igualmente las tierras fueron rematadas a José Antonio Alcalde, viviendo hasta ese momento cómo inquilinos del adjudicatario del remate y años más tarde, en 1803, se les obligo a que desocupar las tierras y trasladarse a otro pueblo de indios, pero prefirieron quedarse como inquilinos de la hacienda Chiñigüe. Los mapuches de Gallardo, debían dedicarse a la pesca, debido a que gran parte de sus tierras se encontraban usurpadas y por lo pequeño de la extensión que poseían no les alcanzaba y para sostenerse debían arrendar parte de estas. El Logko de Talagante, en 1793 debía arrendar sus tierras para obtener rentas que le permitieran pagar los tributos. Los mapuches de Agua Clara, asentados en la hacienda La Palma, se declaraban insolventes para el pago del tributo por lo que fueron allanadas sus casas en busca de bienes, confiscándoseles pequeñas producciones de cañamo. En Rancagua, se ordenaba en 1796 el pago del tributo en trigo, maíz o cualquier efecto, pero los mapuche declaraban que aún así no lo podían cancelar.

En el caso de los pueblos de indios de Peumo y Coado, en 1799 debían los tributos desde el año 1793, que correspondía a 8 pesos y 4 reales al año. El encargado de la recaudación Juan José Martínez de Luco, efectuó el recorrido acompañado del Logko Catileu, pero no logro que los mapuche depositaran el tributo, a pesar de cobrarlo todos los años. En 1799, las 23 familias mapuche, debían arrendar parte de sus tierras que en total alcanzaban a 550 cuadras.[90]

Aún así, los pueblos de indios mantuvieron parte importante de sus tierras y la larga resistencia anticolonial, permitía aún reconocer numerosos pueblos de indios en la geografía del norte chico y la zona central, que correspondió al pikunmapu mapuche.

10. Los pueblos de indios en los albores de la republica chilena

Durante la revolución independentista de los chilenos, la primera Junta de Gobierno constituida el 18 de Septiembre de 1811, estableció nuevas disposiciones respecto de los mapuche del pikunmapu, sin renunciar a la vieja idea de reducir aún sus tierras, trasladar y agrupar a la población a fin de hacer posible y más efectiva la asimilación cultural y terminar con la resistencia cultural imponiéndoles un modelo de vida que solo era atractivo para el legislador. Además, de la igualdad de derecho del indígena que no pasaba de ser una declaración formal, por que en la practica no los podía ejercer debido a la discriminación social y cultural que se había impuesto en la sociedad detentadora del poder, lo único que hacía era desamparalo de sus tierras y eliminar el régimen de protección de sus propiedad que aunque imperfecto se había mantenido durante la colonia, pero la igualdad de derecho, era para el resto de la sociedad pues se facultaba ¿para adquirir las tierras de indígenas y a estos para vender.

En 1813, la Junta de Gobierno formada por Francisco Antonio Pérez, José Miguel Infante y Agustín Eyzaguirre, dicta un reglamento para constituir nuevos pueblos de indios, rescatando iniciativas llevadas adelante en periodos pretéritos, en especial las del Proyecto colonial de Pérez de Uriondo, que se destaco por sacar a remate las tierras de los pueblos de indios. Estos nuevos pueblos de indios promovidos por los chilenos buscaban la reagrupación y reducción de todos los mapuches “...en dos , tres o más de los mismos pueblos designados por una comisión”. Promovía la formación de “villa formales” dentro de los mismo pueblos de indios y la construcción de una iglesia con su respectivo “...cura, sotacura o capellán, una casa consistorial, una carcel, una escuela de primera letras, escritura i doctrina cristiana, i serán delineadas con la regularidad, aseo y policía convenientes. Para cada familia de indios se formara una casa de quincha o rancho, con dos departamentos, a lo menos, i también su cocina i despensa, todo bien aseado”.[91]

El reglamento legal chileno respecto de los mapuches del pikunmapu, refleja la ideología del nuevo Estado; terminar por la vía formal con la resistencia cultural que había permitido al mapuche sobrevivir a la dominación española, para ser asimilado por el poder civilizador del Estado, el que pretendía introducir en los pueblos de indios las instituciones de disciplinamiento social y adoctrinamiento, negando el reconocimiento de la identidad y cultura mapuche.

Tampoco, el reglamento se hace cargo de la restitución de derechos a las tierras que se les había usurpados y a la indemnización por usufructo de estas por tercero avalados por el estado español. Respecto, a la constitución de la propiedad se extendía en mismo modelo disciplinamiento y reducción, promoviendo la pequeña propiedad individual y descartando la entrega de tierras comunitarias y reconocimiento de las existentes en esta calidad, como si había ocurrido en las ordenanzas españolas; “Cada indio tendrá una propiedad rural ya sea unida a su casa, si es posible, i de no, en las inmediaciones de la villa. De ella podrán disponer con absoluto i libre dominio; pero sujetos a los estatutos de policía y nuevas poblaciones, que podrán añadir o modificarse por la comisión. ”. [92]

A la vez, se promovía abiertamente el mestizaje y la asimilación, al procurar que en las nuevas villas residieran también españoles, pudiendo mezclarse libremente las familias en matrimonios y demás actos de la vida natural y civil. “El objeto de esta medida era, ocioso parece decirlo, ‘destruir por todos los modos la diferencia de castas en un pueblo de hermanos...” (Silva 1962:201), y terminar con las comunidades mapuches asentadas en Chile central, pues el mismo proyecto en su articulo V señalaba que la construcción de estas nuevas villas se financiaría con el remate de todas las tierras de los pueblos de indios de Chile central o territorio del pikunmapu, nombrándose para estos efectos una comisión formada por Juan Egaña. Joaquín Echeverría y Gabriel de Tocornal.

Favoreció la continuidad de las comunidades mapuche de pikunmapu, la inestabilidad política de la época, que llevo a que se restituyera en Chile el poder del Monarca español en 1814, dejándose de lado el reglamento de reducción y asimilación propuesto por los chileno de la primera Junta de Gobierno. Al restablecerse el gobierno español, se retomo una política indígena de resguardo de las tierras mapuche, restableciendo el cargo de Protector de Indígenas, que en su ejercicio señala en 1816 que el pueblo de indios de Llopeo, cercano a Melipilla habían 18 familias mapuche que tenían 65 inquilinos españoles con 301 individuos y 204 animales, por lo que se pidió el desalojo de los españoles y la restitución de las tierras mapuches de acuerdo a como lo señalaban las ordenanzas españolas.[93] Esta disposición viene a restablecer el dominio mapuche sobre la propiedad, ya que se i bien los mapuche debieron arrendar las tierras para el pago del tributo a la corona entre 1789 y 1811, también al repoblar sus pueblos de indios encontraron a numerosos ocupantes que se habían ausentado en su ausencia.

Las instrucciones del Protector General de Indígenas español tampoco se cumplieron puesto que en 1818, se constituyo el nuevo Gobierno Republicano de Chile, con Bernardo O’Higgins como Director Supremo, en que nuevamente se dictaron disposiciones que afectaran el destino de los pueblos de indios y las tierras mapuche del pikunmapu.

Una de las primeras leyes dictadas por el Gobierno Chileno republicano fue el Bando Supremo de 4 de Marzo de 1819, por medio del cual se le otorgo la ciudadanía a los indígenas y se les eximio del tributo personal con el que la corona los había gravado desde el inicio del proceso de dominación: “...El sistema liberal que ha adoptado Chile no puede permitir que esa porción preciosa de nuestra especie continúe en tal estado de abatimiento. Por tanto, declaro que para lo sucesivo deben ser llamados ciudadanos chilenos, y libre como los demás habitantes del Estado.”

Esta disposición legislativa reconoce a los mapuche la plena capacidad para celebrar toda clase de contratos, para la defensa de sus causas, contraer matrimonio, comerciar, elegir las artes que tengan inclinación, y ejercer la carrera de las letras y las armas, para obtener los empleos políticos y militares correspondientes a su aptitud. A la vez se les exonera del pago de contribuciones personales impuestas en condición a su clase, a consecuencia de su nueva calidad de ciudadanos libre e iguales a todos los habitantes de la República, dejando s de ser vasallos del rey.

La segunda disposición que afectaran las tierras de los mapuches del pikunmapu, las que habían logrado conservar desde el periodo colonial en los antiguos Ayjarewe llamados después por el español pueblos de indios, fue la Ley de 10 de Junio de 1823, dictada por el Director Supremo Ramón Freire, la que reconocía la existencia y subsistencia de los pueblos de indios en la zona central, norte y su del país y la necesidad de mensurarlos nuevamente no para respetar la propiedad indígena constituía en base alas ordenanzas del periodo el español, sino para medir dentro de estas las posesiones indígenas y el resto declararlo propiedad del Estado o fiscal, con lo cual decreta un acto arbitrario de usurpación de derechos territoriales que afectaban a los mapuche del pikunmapu, pues solo le sería reconocida una porción de las tierras y el resto las declarara fiscales para luego tasarlas, determinar sus deslindes y rematarlas a favor del Estado. Esta disposición en la practica significo que en solo decreto se contenía la reducción de las tierras mapuches de los pueblos de indios de la zona central y la apropiación por el Estado del resto de su patrimonio el que a la vez se beneficiaría de la venta de las tierras usurpadas legalmente, formando la pequeña propiedad dentro de los pueblos de indios con numerosos rematantes. En efecto esta ley ordenaba:

1°.- Que cada uno de los intendentes de las provincias nombre un vecino con el respectivo agrimensor, se instruya de los pueblos de indígenas que existan, o hayan existido en su provincia.
2°.- Que midan i tasen las tierras sobrantes pertenecientes al Estado.
3° Que lo actual poseído según ley por los indígenas, se les declara en perpetua i segura propiedad.
4° Que las tierras sobrantes se sacarán a publica subasta, haciéndoles los pregones de la lei en las ciudades y villas cabeceras, i remitan sus respectivos expedientes a las capitales de provincias para que dando el último pregón i verificado su remate, se vendan de cuanta del Estado.
5°.- Que los remates se harán por porciones, desde una hasta diez cuadras, para dividir la propiedad, i proporcionar a muchos el que puedan ser propietarios.

En este último articulo el estado pretende resolver en parte el acceso ala tierras de los numerosas población rural, pero no dispone en ningún caso la obligación de la subdivisión de las haciendas y estancias que prácticamente mantenían ocupadas con dilatados territorios todo las tierras del pikunmapu.

Las disposiciones no se aplicaron en la zona de Chile central, como había comenzado a realizarse en Osorno y Chiloé, lo que obligo a dictar el Decreto de 28 de Junio de 1830, que ordena la ejecución de la Ley de 1823 y dispone la enajenación de los terrenos sobrantes del Estado a cargo de una comisión integrado por un vecino designado por el Intendente de la respectiva provincia y un agrimensor, de conformidad al artículo 1° de la Ley de 1823.

Los resultados de la aplicación fue la reducción de las tierras de disposición mapuche en la zona central, y la enajenación de parte de su patrimonio que habían logrado conservar durante el periodo de dominación colonial, para beneficiar a mestizos, españoles y otras castas, ahora todos chilenos, con las tierras indígenas. Un ejemplo de lo obrado por el Estado Chileno es lo ocurrido con las tierras del ayllarrehue de Peumo, donde los españoles formaron pueblo de indios del mismo nombre y los Logkos lograron conservar en un largo conflicto durante le periodo colonial. Es así como a fines del periodo colonial el Ayjarewe de Peumo y su Lof, eran dirigidos por el Logko Diego Antipelay gobernó hasta 1744, siendo sucedido por José Catileu, hijo de la hermano del Logko y Juan Charagüilla, luego su hijo Nicolas Catileu, asumio el cargo de Logko, que aparecía ejerciéndo el cargo en 1795. Las tierras del ayjarewe de Peumo en 1799 alcanzaban a 550 cuadras, y sera esta superficie de tierras las que serán sometidas a la reducción decretada por el Estado chileno con la ley de 10 de Junio de 1823 y el Decreto de 28 de Junio de 1830.

En efecto, “En 1830 el agrimensor general, Francisco Tagle Echeverría, pasó a medir el 4 de diciembre el pueblo de indios de Peumo y a valorizar (avaluar) las tierras sobrantes pertenecientes al Fisco. Eran las del pueblo 582 cuadras y un cuarto de pan llevar y 141 de cerros. Las pertenencias de los indios eran 139 y las de la parroquia 5, del Fisco 438 y un cuarto, pero 220 litigiosas, por tanto 218 y un cuarto, que a 50 pesos cada una con agua y de pan llevar, dan 10.912 pesos. Las de cerros a 4 pesos cuadra son 546 pesos. Las tierras del Fisco quedaron formando un cuerpo” (Hanisch 1963:132). Estos resultados, significan que solo un 25% de las tierras originales se reconocieron como propiedad mapuche, el 1% de la parroquia y el 74% se declaro fiscal, de las que un 40 % se encontraba en litigio por estar ocupada por arrendatarios de los mapuche.

La situación de los demás pueblos de indios del pikunmapu, corrieron la misma suerte, al ser reducidas sus tierras por la acción del Estado Chileno. Aún así, esta reducción ostensible de la propiedad ancestral mapuche, no termino, por lo menos durante todo el siglo XIX con la estructura social y cultural mapuche de estos pueblos, pues en 1874 las autoridades tradicionales aún pervivían, como lo atestiguo el Intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna en su visita a Pomaire, donde encontró que el pueblo de indios era gobernado por un Logko o cacique.[94]

Hasta la actualidad se reconocen estos asentamientos mapuche en la geografía del valle central y el norte chico, aunque con su identidad escondida, en la medida que la historia de ellos ha sido negada y omitida, borrada por el paso del tiempo en su expresión étnica, pero viva la memoria su pasado mapuche. Estos asentamientos indígenas en la actualidad se reconocen como comunidades tradicionales o zonas de minifundio, localizados entre los ríos Limarí y Bio Bío y visibles en el mapa de la propiedad rural. En La Ligua, el pueblo de indios formado a fines del siglo XVIII por la donación de tierras del Márquez de Pica, entregadas a mapuches encomendados en las haciendas de Illapel y Pullally, hoy se le conoce como la Comunidad de Varas.[95] También, los recuerso de viejos descendientes del pueblo de indios de Lampa, comentaban de la Cancha de Gijatun que existía en la planicie de un cerro inmediato al poblado.

3. Fütal mapu bafkehche o lafkenche, naüq che o naüqche y wenteche

3.1. Deslindes territoriales en el siglo XVI

A la llegada de los españoles, el territorio mapuche se encontrabaa encontrado densamente poblado, no obstante la dispersión de sus habitantes, asunto del que se sorprendieron los primeros visitantes quienes esperaban llegar a un vasto territorio despoblado y del que dan testimonio los cronistas, al señalar que los conquistadores “quedaron admirados con la cantidad de población que encontraban en su marcha hacia el sur. Es lo que más impresionó a quienes incursionaban en la aventura de la fundación de ciudades, encabezada por Valdivia. La más alta concentración fue encontrada cruzando el río Itata. Había ciertas áreas, ciertamente, más pobladas que otras. Una de las mayores concentraciones estaba en lo que hoy es la provincia de Arauco, esto es, en la falda marítima de la Cordillera de Nahuelbuta, y también en su falda oriental, hacia los llanos centrales. Sin embargo, las planicies y llanos, generalmente cubiertos de bosques, eran de menor densidad.”[96]

Al respecto, estudios posteriores han señalado que “La zona de Arauco junto con la vertiente oriental de Nahuelbuta (Angol y Puren) y el extremo sur de esta cadena montañosa (Imperial), parecieron haber sido los lugares más densamente poblados. El camino rodeaba al Lanalhue y cruzaba la cordillera aproximadamente por el mismo sitio en que hoy se encuentra el boquete que une Contulmo con Puren”, estimandose para la Región de la Araucanía una población aproximada a los 500.000 habitantes.[97]

Coincidente con ello el Capitán de Ejército, cronista y testigo desde los primeros días de conquista, Mariño de Lobera relata que la expedición de Pedro de Valdivia hacia el sur se encontraban multiplicidad de habitantes en su derrotero, ya pasando por Arauco, por Tucapel, por Puren, desde donde “pasaron a la Provincia de Tabon, no menos fértil y hermosa que las pasadas y tan poblada de gente que en un sólo lugar había catorce mil indios sin otros muchos que había en su comarca. Por todas estas tierras salían los indios así hombres como mujeres por los caminos a ver los españoles,... multitud de moradores hasta que finalmente llegaron a la provincia de Cauten, que era el fin de su designio.”[98]

Del mismo modo, llegados a la provincia de Cautín, el cronista relata que -desde la altura- “no se ve otra cosa sino poblaciones. Verdad es que no son pueblos ordenados, ni tienen distinción uno de otro de suerte que se puedan contar tantos pueblos, mas solamente está una llanada de casas, algo apartadas unas de otras, con sus parcialidades distintas, de las cuales reconoce cada una a su cacique, sin tener que entender con el cacique de las otras”.[99]

En cuanto a la distribución espacial, a la llegada del español el territorio mapuche se extendía, “Desde el río Itata por el norte hasta el golfo de Reloncaví y desde el mar a la cordillera se hallaban distribuidas las varias secciones indígenas que con nombres diferentes y disposiciones especiales, constituían la gran familia étnica llamada ‘araucana’ por los conquistadores.”[100]

En dicho espacio, no obstante las diferencias que se podían encontrar a medida que se avanzaba al sur, y desde el mar hacia la cordillera, todas las parcialidades formaban parte de un mismo pueblo, el que se distribuía del modo siguiente, comenzando por el territorio Bafkehche:
“Desde el Biobio hasta el río Calle Calle se sucedían las comunidades más densas i escalonadas de araucanos de todo el territorio indígena. Al iniciarse la conquista, la rejión de la costa, lauquen-mapu, desde el Bio Bio hasta el Toltén, era la parte en que la población se apretaba en condiciones superiores a las otras secciones étnicas. Principiando por la Bahía de Arauco, se escalonaban para el sur los indios araucanos, que dieron nombre a todos los del territorio: los Mareguanos, los de Collico, de Quiapo, Curanilahue, Tucapel, Pilmaiquen, Paicaví, Ilicura, Lleulleu, Quidico y Tirúa. En la margen septentrional del curso inferior del río Imperial estaban los de Trovolhue y Nehuentúe, y en la orilla izquierda tuvieron su asiento las tribus de Puauchu, el Budí y el Toltén, donde aún se conservan en bastante número los descendientes de famosos caciques.”[101]
Luego, al describir las diferentes parcialidades que formaban parte del ser araucano, y a partir de los vivientes asentados al oriente de la Cordillera de Nahuelbuta, señala que éstos “tenían el nombre de naüqches, abajinos, que les daban los demás indios; los del valle de Nacimiento a Carahue, particularmente desde Angol hasta Traiguen, formaban el lelvun-mapu o país de los llanos; los de las tierras altas pertenecían al huentu-mapu, donde habitaban los belicosos huenteches o arrivanos... Todos los indios de las rejiones enumeradas distinguían a los que habitaban en el sur del río Quepe, sin distinción de límites, con el nombre e Wijiches”[102].

A diferencia de lo sostenido por Guevara, Ricardo Latcham -si bien se refiere al mismo territorio- distingue dos grupos humanos claramente diferenciados, señalando que “esta extensa zona consiste en dos regiones etnográficas distintas, separadas por el río Toltén. La primera la podemos llamar Araucanía o tierra de los araucanos y la segunda, la región o tierras de los Wijiches, incluyendo en esta denominación, todas aquellas tribus que en tiempos de la dominación española, habitaban al sur del último río”[103]

Al respecto, Latcham hace un exhaustivo detalle de los habitantes de la Araucanía, de sus creencias y organización social, descripción de la cual rescatamos y sistematizamos “Las Divisiones Geográficas de la Araucanía en el Siglo XVI”.[104]

FÜTALMAPU
AYJAREWE
LOF
ITATA A BIO BIO
COELEMU
(Entre el río Itata y el estero Bureo)
Coelemu, Otohue, Coihueco

PEGUCO (Penco)
(Entre el río Bureo y el río Andalién)
Talcahuenu, Aquelpangue, Arana, Puchacay, Andalién

RERE
(ambos márgenes del Río Claro)
Huelén – Huelén, Cahuiñungue, Guachumávida, Talcamávida,

HUALQUI O GUALQUE
(entre el río Quilacoya y el mar)
Laleufu, Quilacoya, Yecutun, Hualqui o Gualque, Talcahuenu

LLANCAMILLA
(Entre el río Itata y la margen norte
del río Bio Bio)
Tolmilla, Quelenmapuco

RARINLEVU O RANRILEVU O RALINLEVU
(Entre el río Laja y Bio Bio, al oriente de la actual ciudad de Los Angeles)
S/I
BAFKEH MAPU
(Región costera entre los ríos
Bio Bio y Toltén)
MARIHUENU o HUENUREHUE
(Desde el río Bio Bio hasta el río Carampangue)
Neculhuenu, Pailahuenu, Tolpillanca, Antühuenu, Colcura,
Marihuenu, Huenurehue, Chelchelevo, Coñilevo,
Quiapeo, Cahuiñhuenu, Tuben

ARAUCO
(Entre el río Carampangue, la costa de Arauco, el río Lebu y la Cordillera Nahuelbuta)
Panguerehue, LlagWapi, Quidico, Quiapo, Levo, Colico, Arauco, Andalicán,

TUCAPEL
(Entre el río Lebu y el río Lleu Lleu, el mar y la Cordillera de Nahuelbuta)
Molhuilli, Lincoyán, Pilmaiquen, Tucapel, Paicavi, Ancalemo, Tomelemu, Cayucupil, Ilicura, Vutalebu

LICANIEVU
(Entre el río Lleu Lleu y el río Tirúa y, el mar y la cordillera de Nahuelbuta)
Chamacodo o Chamaco, Lemolemo, Villoto, Colcuimo, Relemo, Pillurehue, Vilurehue, Povinco,


Licanlebu, Tirúa

RANQUILHUE O RANCÜLHUE (Entre el río Tirúa y el río Cautín)
Rancülhue, Quinahuel, Pellahuen, Claroa, Rangaloe, Trovolhue, Moncolhue.

CAUTEN (Entre el río Imperial y Cautín)
Pelulcura, Lamocavi, Coyamrehue, Celolebo, Budi
LELFÜN MAPU
(Llanos del Valle Central,
entre el río Bio Bio y Toltén)
CATIRAY
(Entre el río Bio Bio, hasta Negrete y la Cordillera de la Costa)
Pirenmauida, Liucura, Pilumrehue, Coyamco, Geuche, Mayurehue, Ñamcurehue, Arümco, Tabolevo, Curalevo, Quilalemu, Chipino, Peterehue, Millapoa

CHACAICO
(Entre los ríos Huequen y Renaico)
Viluquén, Chacaico

PUREN
(Entre Angol, Traiguen, la Cordillera de Nahuelbuta y el río Rehue)
Guadaba, Puren, Coyamcahuin, Lumaco, Tomelemu, Coipolevu, Picoiquen, Engolmo, Leburüpu, Voquilemu

REPOCURA
(A ambos lados del río Chol Chol, desde el río Colpi o Pangueco hasta el río Cautín y desde la Cordillera de Nahuelbuta hasta los cerros de Nielol)
Nielol, Repocura, Colpillán, Voigüeco

BOROA
(Al sur del río Cautín , entre los ríos Boroa y Quepe)
Boroa
INA PIRE MAPU
(Región Subandina, entre
el BioBio y el Toltén)
MALVEN
(Entre el río Bio Bio, los cerros de Pemehue y el río Renaico)
Malvén, Rucalhue, Quilaco.

COLHUE
(Entre los ríos Renaico y Malleco)
Colhue

QUECHEREHUE O QUECHEREHUA
(Entre los ríos Huequen y Traiguén)
Quechurehue, Adencul, Ñupangue, Quilahueque

QUILLINCO
(Entre los cursos superiores del río Cautín y Toltén)


MAQUEHUE
(Entre los ríos Quepe y Cautín y al oriente los ríos Huichahue y Cautín)
Maquehue, Quincholco, Chumilemo, Puellocavi, Alihueco, Ailnhue, Purumen
PIREN MAPU
(Región de la nieve, la Cordillera de Los Andes en los nacimientos de los ríos Itata y Toltén)
QUILCOLCO
(Entre los ríos Duqueco y Bio Bio)
Mincoya
Coquilpoco
Atarachina
Iguamamilla Iguandeperén Millanahuel
Maricaiveo
Inaculicán
Alcanrehue
Calbulicán Chauquenahuel

RUCALHUE
(A orillas del río Bio Bio aguas arriba de Santa Bárbara)
Titilco Memocoiputongo Queuco

CALLAQUI
(Desde el río Callaqui, cercano al volcán Laja hasta el Volcán Callaqui)
S/I

LOLCO
(Ente los Volcanes Callaqui y el Volcán Lonquimay)
S/I

LIUCURA
S/I

HUENCHULAFQUEN
(Alrededores del lago Riñihue)
S/I
WIJI MAPU
(Tierra de la Gente del Sur, entre
el río Toltén y el río Bueno)
MARICÜGA O MARIQUINA
(A ambos lados del curso medio del río Cruces)


CHESQUE
(Al norte del río Cruces)


HUENUHUE O GUANAHUE
(Alrededores del lago Panguipulli)


NAGHTOLTEN
( Río Toltén, río Donguil hasta el mar)


QUEULE
(Al sur del anterior hastala costa y al Este con Maricüga)


PIDHUINCO


HUADALAFQUEN
(Margen norte del río Calle Calle, hasta la mar y con los Aillarehues de Queule y Maricüga).


REÑIHUE O RIÑIHUE
(Contornos del lago Riñihue)


QUINCHILCA
(Ocupaba ambos costados del río del mismo nombre).


CUDICO (Entre los río Futa y Chaiguin hasta la mar)


COLLICO
(Entre los rios Futa y Calle Calle, al norte del Cudico).


DAGHLIPULLI
(Al suroriente del Ayjarewe de Collico)


QUECHUREHUE
(Entre los rios Toltén y Allipen)


RANCO
(Alrededores del lago Ranco).

CHAWRA KAWIN
( Rio Bueno a Seno
de Reloncavi)
COIHUECO
(Al sur de Osorno y en las inmediaciones del río del mismo nombre).


CUNCO
(Alrededor de La Unión)


QUILACAHUIN
(Entre el río Bueno y el río Rahue, el estero Folilco y la mar)


TRUMAO
(Entre el río Bueno y el río Chaiguin y la costa)


LIPIHUE
(Entre los ríos Llico y Maullín)


LEPILMAPU
(Probablemente en la costa al sur del estuario del río Maullin)


CARELMAPU
(Entre el río Maullín , el río San José y la Costadle esturio Reloncavi).


CALBUQUEN
(Al oriente del anterior)


Desde el momento en que se inauguran las relaciones entre el pueblo mapuche y las huestes, se da una permanente beligerancia entre las partes: es el choque entre el invasor y el invadido.
En los inicios, a partir del año 1492, las incursiones bélicas hispanas se dirigen hacia el área pichunche, quienes se refugian en los pukaras, a fin de proteger a los suyos e impedir el acceso de los invasores a los frutos de la tierra, lo que –en la práctica- redundó en que la sociedad indígena picunche se debilitara, ya que hubo que dedicar los esfuerzos a la defensa de la invasión y dejar de lado las labores de siembra y cosecha. De otro lado, se sucedieron los continuos asaltos de los españoles a los pukarás a fin de aprovisionarse de alimentos.
En cierto modo, la primera frontera entre el mundo araucano y el mundo hispano se fija en el río Maule, deslinde que se mantiene hasta la década de 1550, momento en que los españoles perciben que la conquista del área que se extiende entre Copiapó y dicho río se encuentra asentada y será permanente en el tiempo. Por otro lado, la población indígena había descendido a niveles tales que hacían imposible el tener mano de obra, fundamental para hacer realidad las ansias de riqueza del conquistador español.
A ello hace referencia Mariño de Lóbera, quien relata que “Desde el primer día que los españoles entraron en esta tierra de Chile siempre fue su principal intento ganar los estados de Arauco y Tucapel, por ser los más principales de Chile, así por la hermosura y fertilidad de la tierra, como por la gran abundancia de oro que hay en sus minas, y aunque diversas veces lo habían intentado, siempre se volvían antes de llegar a donde deseaban por no ser menor la ferocidad y valentía de la gente araucana y tucapelina que su riqueza y abundancia.”

Del texto citado se induce que la zona situada al sur del río Maule contaba con dos elementos fundamentales que la hacían apetecible para el español: abundancia de oro y de población indígena.
A ello se sumaban las noticias de la belleza del lugar a conquistar y la variedad y multiplicidad de alimentos que en dichos parajes se cobijaban:
“Verdaderamente todas estas tierras de Arauco y Tucapel, y las demás circunvecinas son tan excelentes en todo que parecen un paraíso en la tierra; los mantenimientos son en tanta abundancia, que no hay que comprar ni vender cosa de ellas, sino tomar cada uno lo que quisiere de esos campos de Dios, los cuales están ricos de todas las cosas necesarias, como maíz y otros granos, frutas y legumbres; y no es menor la hermosura de los valles cerros y callados que no hay pie de tierra perdido, pues todo está lleno de mantenimientos de los hombres y cuando menos de pastos para los ganados, donde hay ovejas sin número, y otras muchas reces, fuera del ganado vacuno que después de la entrada de los españoles, es tan sin tasa, que se lo lleva de balde el que quiere.”[105]

En dicho espíritu, de expansión territorial y de búsqueda de riquezas, una vez que Pedro de Valdivia concluyó haber dejado “la ciudad de Santiago bien fortalecida con todos los vecinos y mineros y otros moradores, salió con más de trescientos hombres escogidos, y fue marchando hasta llegar a un puerto de la provincia de los paramocaes donde estaba un caudaloso río; el cual pasaron todos en balsas que hicieron de enea.“

Así, Valdivia y sus trescientos hombres, acompañados de un contingente importante de indios auxiliares, parten desde Santiago a fines de 1549, para encontrarse con los conas mapuches en el paraje de Andalién, el día 24 de Febrero de 1550.

De acuerdo a los testimonios de la época, el contingente araucano no estaba ajeno a lo que estaba sucediendo con los pueblos indígenas asentados más al norte ni desconocía los objetivos de los invasores. Por el contrario, las tropas mapuches “estaban prevenidas habiéndose comunicado y concertado todos los de aquellas provincias, como son la de Nube, Itata, Renoguelen, Guachimavida, Mareande, Gualqui, Penco y Talcahuano”[106], se nombra como autoridad máxima a Aynabillo, a quien “cometieron el plenario dominio, y potestad de mandar en toda la tierra sin aguardar parecer de nadie”[107], y una vez elegido “mandaron aviso de ello por toda la tierra, notificando a todos de su elección y ordenándoles que acudiesen a la guerra, y muy en particular a los bravos araucanos y tucapelinos, que estaban a veinte leguas del lugar donde él fue electo.”[108]

La batalla de Andalién significa el triunfo de los españoles, muriendo en ella alrededor de 10.000 indios y sólo 1 español (al decir de Mariño de Lóvera), influyendo en los guerreros araucanos la caída de un aerolito, en el que creyeron ver algún tipo de designio.

Pocos días después, el 1 de marzo de 1550, y a dos leguas del lugar en que se libró la batalla, Pedro de Valdivia funda la ciudad de La Concepción Inmaculada de la Madre de Dios y Señora Nuestra, a la que la sucede la fundación de los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén, y la ciudad de Los Confines, actual Angol, Imperial, Valdivia y Villarrica.

Con ello, el español no sólo pretende levantar poblaciones y hacer posesión en lugares estratégicos, el objetivo es extraer riquezas, oro principalmente, y hacerse de mano de obra indígena, sea a través de la encomienda o a través de la abierta esclavitud, bajo el subterfugio de tomar indios ‘en guerra’.

Respecto a la extracción del preciado material, clarificadora es la imagen que nos entrega Alonso de Góngora y Marmolejo, quien presenta a Pedro de Valdivia ante “800 indios sacando oro, y para seguridad de los españoles que en las minas andaban mando a hacer un fuerte donde pudieran estar seguros. Estando en esa prosperidad grande le trajeron una batea llena de oro. Este oro le sacaron sus indios en breves días. Valdivia habiéndolo visto no dijo más, según me dijeron los que se hallaron presentes de estas palabras: desde agora comienzo a ser señor.[109] Así sucedió en Villarrica, que a la extracción de inimaginables cantidades de oro debe su nombre, en Talcamávida, Quilacoya, Marga Marga, Carelmapu, Las Cruces, entre otros.

Paralelamente, al fundar Concepción se estaba dando una señal política de gran trascendencia: sería el centro de la conquista española, allí residirían en buena parte del año los Gobernadores –hasta avanzado el siglo XVIII- y sería, junto con la ciudad de Valdivia, el centro de operaciones militares y comerciales de los representantes de la corona. Así, apenas fundada la villa de Concepción, se distribuyen los solares y se entregan indios en encomienda, y a medida que se va poblando se va cumpliendo con la otra vía de conquista, se irán levantando los conventos religiosos de Santo Domingo, San Francisco, La Merced, San Agustín.

En este contexto, y así como una vez dejó la ciudad de Santiago a resguardo del ataque de la gente de la tierra, Valdivia ahora lo haría con la villa de Concepción, y decide adentrarse en la Araucanía por el camino de la costa, por la vertiente oriental de la Cordillera de Nahuelbuta.

A poco andar, funda la ciudad de Imperial, en 1552; en Febrero de 1553 funda la ciudad de Valdivia, ordena fundar Villarrica, levanta los fuertes de Arauco, Tucapel y Puren; y a fines de 1553 funda la Ciudad de los Confines, Angol.

No obstante la relativamente fácil campaña de las huestes españolas, la que había tenido encuentros esporádicos con los indígenas, éstos estaban preparando un gran levantamiento, se estaba inaugurando la “Guerra de Arauco”, la que con diferentes matices, intensidad e interpretaciones, será el escenario en que se desarrollarán los futuros encuentros.

Fundamental en esta etapa será el levantamiento indígena de Tucapel, en que los mapuches, dirigidos por Caupolican, atacarán una y otra vez a 200 españoles, produciendo el agotamiento de las fuerzas invasoras y aprehendiendo a Pedro de Valdivia, a quien se le da muerte el 25 de Diciembre de 1553, a lo que siguió el devastamiento de los fuertes y pequeñas villas levantadas por los españoles, extendiendo luego los ataques hacia la zona central.

Pocos días después, el 26 de Febrero de 1554, el gentío mapuche ataca en Marihueñu a la tropa española, y lo hace de la misma forma como lo había hecho en Tucapel, a través de continuas oleadas de guerreros, para lo que utilizaban a su favor el cabal conocimiento del territorio.

Lo que quedaba del ejército español huía despavorido hacia el valle central, en cambio, los mapuches entraban victoriosos a Concepción, ciudad en la que no se encontraron con ningún habitante, y que una vez saqueada fue incendiada por completo.

Había sucedido a en su cargo a Pedro de Valdivia don Francisco de Villagra, quien atacó sorpresivamente a las fuerzas de Lautaro, que avanzaban hacia el norte, en las orillas del río Mataquito, en un lugar próximo a Peteroa, en la madrugada del 2 de abril de 1557, muriendo junto a Lautaro una cantidad cercana a los 700 combatientes mapuches.

Mudo testimonio de la derrota de los hombres de la tierra y de la soberbia española, la cabeza de Lautaro es llevada a la ciudad de Santiago, donde es enterrada en una lanza y exhibida en la Plaza Mayor, como trofeo y como escarmiento.

A Villagra le sucede García Hurtado de Mendoza, hijo del Virrey del Perú y Marqués de Cañete, quien lo nombra Gobernador, y se embarca en Perú –en el verano de 1557- con un ejército de religiosos y 300 soldados, además de una flota de barcos cargados de municiones y alimentos.

García Hurtado de Mendoza recala -luego de un largo periplo- en la Isla de Quiriquina, cercana a la destruida Concepción, donde ordena levantar un fuerte, el fuerte de San Luis, escenario del siguiente encuentro bélico, en el que la recién traída pólvora y un contingente nuevo le significarían una derrota para los Araucanos. No obstante la derrota, García Hurtado de Mendoza había conocido en carne propia el arrojo y valentía de la gente de la tierra, de los que hasta entonces sólo tenía noticias.

No obstante los efectos que tuvieron los arcabuces en los mapuches, se enfrentaron a poco andar con las renovadas fuerzas españolas, en el combate de Lagunillas, el 8 de Noviembre de 1557. Si bien ningún bando salió victorioso, García Hurtado de Mendoza hizo gala de un gran ejército, el que los cronistas describen como de unos 550 españoles fuertemente armados, unos 4.000 indios auxiliares y unos 1.000 caballos, y de una incomparable crueldad con los cautivos en combate, sometiendo a deleznables torturas a los caciques y coronando su actuar cortando los brazos a Galvarino.

A fines de mes, específicamente el 30 de Noviembre, se produce un nuevo combate, en Millarapue, donde las fuerzas mapuches son derrotadas, Galvarino y un número importante de caciques son ahorcados, y Caupolican es apresado y llevado a Tucapel, lugar donde es condenado a morir empalado en una estaca.

A diferencia de lo que pensaban los estrategas españoles, las torturas y vejámenes a que eran sometidos los caciques cautivos, en conjunto con los abusos y explotación de que eran objeto los indios encomendados, iban produciendo un sentimiento unificador en un pueblo hasta entonces disperso.

En el año 1561 Francisco de Villagra sucede a Hurtado de Mendoza, encontrándose con una situación de guerra latente, lo que era agravado por que se comenzaron a dictar normas a fin de proteger a los indios encomendados, en forma de ordenanzas reales, las que señalaban el interés de la corona de que el encomendero cobrara al indígena una serie de tributos, reemplazando el antiguo y anhelado trabajo ‘obligatorio’ a que estos eran sometidos, órdenes a las que el hacendado español se negaba.

Los Gobernadores españoles se sucedían uno a otro, así como los encuentros bélicos, sin que se llegara a la imposición total de una parte sobre otra. Y así como continuaban los abusos, continuaban los combates. Los mapuches triunfan en Lincoyán, los españoles triunfan en Reinohuelén y Tolmillán.

Finalmente, en 1592 es nombrado Gobernador Martín García Oñez de Loyola, quien será partícipe de un hito en la historia del pueblo mapuche, y sobre todo, del desarrollo posterior de los hechos.

Si bien los combates y encuentros bélicos se sucedían, con mayor o menor intensidad, a fines de 1598 se acude a un suceso fundamental, suceso que marcará la Guerra de Arauco y las relaciones a futuro entre el pueblo mapuche y las huestes españolas.

Hasta entonces las intenciones hispanas de hacerse del territorio mapuche no se han amilanado, realizando para ello sucesivas incursiones, en una de las cuales Oñez de Loyola se dirigía a la ciudad de Los Confines, cuando es sorprendido por las tropas mapuches en las orillas del río Lumaco.

Dicho encuentro se produce el 23 de diciembre de 1598, en Curalaba, y significa la victoria de la gente de la tierra, dirigida por el hábil Toki Pelantaru, trayendo con ella a muerte del Gobernador Martín García Oñez de Loyola y de unos 3.000 españoles, y la destrucción de toda presencia hispana al sur del BioBio.

El triunfo de Curalaba no era una victoria más, al contrario, era al inicio de un levantamiento general y con ello “cambió el curso de la guerra de Arauco. Allí se demostró la superioridad militar de los mapuches. Pelantaru destruyó todas las ciudades al sur del BioBio; Valdivia fue incendiada, se despoblaron Angol e Imperial y Villarrica fue destruida y olvidada por doscientos ochenta y tres años. Las ciudades fundadas al interior del territorio no volvieron a construirse hasta la ocupación de la Araucanía en el siglo XIX”.”[110]
En conjunto con lo anterior, a la colonia española entra en una profunda crisis, obligando a la creación de un ejército profesional, el que será mantenido desde el extranjero a través del Real Situado; la colonia española se empobrece mucho al cerrarse los lavaderos de oro de Valdivia; y finalmente, los indígenas del norte se refugian en la Araucanía, despoblando el valle central.[111]
Por otro lado, la agricultura, que a principios de siglo era muy modesta, con el pasar de los años, al igual que la ganadería, adquirió algún grado de desarrollo y a fines del siglo XVI era una actividad de importancia, en la medida que la minería la fue perdiendo, fruto de su temprano agotamiento.

Lo anterior era acrecentado por el aumento de la demanda de alimentos en Perú y Potosí, y en el ámbito interno, de la población. Los cronistas de la época le dan la categoría de importantes centros de producción agrícola a Santiago, Osorno y Valdivia.

En síntesis, con la rebelión de 1598, se produce una gran crisis alimentaria, de exportador se pasa a importador, y la economía colonial se recupera pero sólo a nivel interno, con el crecimiento del ejército español, ya que gran parte de la producción se consumía con los dineros del Real Situado.[112]

Finalmente, se ingresaba a otra etapa de la relación entre los españoles y los mapuches: se fija como frontera el río Bio Bio, y toma fuerza la idea de la “Guerra Defensiva”, ideal representado por el Misionero Jesuita Luis de Valdivia.

3.3. Reducción territorial y constitución de la fronteras:
De las Guerra Defensiva a la Frontera del Bio Bio

No obstante la ola de destrucción de ciudades en el sur de chile, entre los años 1598 y 1602, fruto del levantamiento mapuche generado por la Victoria de Curalaba, habían otras razones que incidieron en el cambio político adoptado por la corona española, como fueron el arribo de barcos y navíos de piratas y corsarios holandeses en el Sur de Chile, específicamente en Chiloé. Ello ponía en peligro no sólo el dominio de dichos espacios territoriales, sino también llevaba en sí la posibilidad de alianzas entre elementos foráneos y las diferentes parcialidades indígenas.

Por otro lado, debe tenerse claro “las siete poblaciones que se fundaron durante el siglo XVI entre el río Maule y el territorio de Osorno, aunque eran las más florecientes del reino, albergaron sólo a un número reducido de conquistadores que, por lo general, no era superior al de 100 vecinos mal comunicados entre sí, establecidos en un territorio poblado de indígenas hostiles, cuyo número era varias veces superior.”[113]

Como fuere, es nombrado el veterano guerrero de Flandes Alonso de Ribera, y será quien llevará a cabo la propuesta de “Guerra Defensiva”, si bien su principal representante fue el Misionero Luis de Valdivia, quien estaba tratando de evangelizar a los naturales desde el año 1593, ingresando libremente a la Araucanía y hablando con facilidad la lengua de la tierra.
En términos ideológicos, el concepto de Guerra Defensiva se fundaba en la Bula Papal "Sublimis Deus" (1537), la que entre sus preceptos ordenaba la que los indios no estaban privados de su libertad ni del dominio de sus cosas, como tampoco podían ser esclavizados, así como la propagación de la fe debía ser voluntaria, no impuesta por la fuerza.

En términos prácticos, el sacerdote Luis de Valdivia “proponía que se prohibieran las malocas, que las ciudades y fuertes de la frontera se poblaran suficientemente para resistir al enemigo, sin que hubiese necesidad de más presidios y milicias; que se abrogara el servicio personal de los indígenas, dejándolos en libertad y reducidos a pueblos, donde pudieran ser adoctrinados y que no pudieran ser esclavizados”[114]

No obstante las buenas intenciones del misionero, la política en cuestión era contradictoria con otras normas dictadas por la corona española, como es la Real Cédula de 26 de Mayo de 1608 que autoriza la esclavitud de indios hombres mayores de diez años y medio y mujeres mayores de nueve años y medio que fueren sorprendidos con armas en la mano, a fin de premiar con ellos a la soldadezca e incluso a los indios amigos, en la medida que a estos últimos se les extraería del trabajo forzado o persona. A ello se agregaba que los menores pasaba a formar parte del servicio personal de quienes los capturasen, hasta la edad de 20 años.

Paralelo a estas medidas se crea un ejército profesional, con 2.000 efectivos, financiado a través del Real Situado.

El hecho es desde 1610 en adelante se aplica en la Capitanía General de Chile el sistema de Guerra Defensiva, lo que implicó que se prohibieron las correrías españolas más allá de la línea de frontera del Bio Bio, se anuló la Real Cédula de 1608 que permitía la esclavitud indígena y se prohibió el servicio personal de indígenas, lo que fue reemplazado por una contribución en dinero. Felipe II delegó amplios poderes a Luis de Valdivia para dirigir la guerra defensiva, fundar misiones y enviar misioneros a la Araucanía. Sin embargo, en la práctica el sistema nunca pudo ser efectivamente aplicado en el conflicto con los mapuches, no obstante los esfuerzos desplegados por el Padre Valdivia.

En este contexto se encuentran los Parlamentos de Cateray y Paicaví. En el mes de mayo de 1612, en las Paces de Cateray participaron más de 500 asistentes, y el Padre Luis de Valdivia se dirigió a los ulmenes, capitanes y conas en representación del Rey de Castilla, señalando entre los beneficios de la paz el que “vendrá la abundancia de todos los bienes y multiplicarán sus hijos y ganados, y se acabará este aborrecimiento y odio que hay entre Españoles e indios, y se convertirá en hermandad, en buena vecindad y compañía, en amor y amistad grande; y ellos vendrán a comprar lo que hubieren de menester”, agregando los acuerdos que se lograron en la Asamblea: “No hacer guerra a los españoles ni robarles animales. Devolver a los cautivos que hubieren en Cateray y aconsejar a otras provincias que hicieren lo mismo. Permitir la entrada de misioneros a su territorio. Consentir que mensajeros atravesasen la provincia. Avisar a los españoles la llegada de barcos ingleses”.[115]

A cambio de ello, y ante las amenazas de los guerreros mapuches, el ejército español se vio obligado a desmantelar el Fuerte de San Jerónimo, como prueba irrefutable de que se llagaba a un ‘momento de paz’, haciendo innecesaria la presencia del enclave fortificado, así como la devolución de piezas (esclavos) y de dos caciques puestos en cautiverio. En los mismos términos, y sólo 6 meses después, el 26 de Noviembre de 1612, se desarrolla el Parlamento de Paicaví, al que asisten representantes de las parcialidades de Elicura y mensajeros de Puren, llegando a acuerdos de paz en los mismos términos que en Cateray.

Si bien entre 1616 y 1620 Felipe III prolongó la aplicación de este sistema de guerra en Chile, fueron los mismos gobernadores de la Capitanía General quienes seguían siendo partidarios de la guerra ofensiva y de hecho la practicaron al margen de las ordenanzas. Entre 1613 y 1616 Alonso de Ribera entró repetidas veces al territorio de la Araucanía y para simular que con estas expediciones, que se dirigían especialmente a la localidad de Purén, no se violaban las órdenes reales, expresó que se hacían con el pretexto de proteger a los indios amigos de las continuas ofensivas de los ‘rebeldes’, yendo las tropas españolas como ‘auxiliares’[116]

A modo de ejemplo, en1615 Alonso de Ribera organiza una expedición a Puren de 700 indios amigos y 500 españoles ‘de resguardo’, para luego informar “pasé el río Bio Bio para entrar en Puren donde hice los mayores daños al enemigo, ...quitóseles mucha comida, matáronsele algunos y se prendieron otros” [117]

En definitiva, ya sea porque la sociedad colonial dependía económicamente del Real Situado, que tendería a desaparecer si la Guerra Defensiva se asentaba, sea porque la soldadezca y encomenderos no estaban dispuestos a renunciar a sus intereses señoriales, sea porque las autoridades no tenían real voluntad política de llevar a cabo sus preceptos, sea porque la captura de indios continuó siendo una práctica común, o bien porque las incursiones mapuches a las villas españolas continuaron, la Guerra Defensiva tuvo una corta vida.

En ello también incide las continuas malocas realizadas al norte del Bio Bio por conas mapuches, ya sea para rescatar indios esclavos o capturar animales, especialmente caballos.
A las incursiones señaladas, se suma la presión que ejercen las autoridades españolas radicadas en Chile hacia sus superiores monárquicos, destacando entre ellas la carta que envían los vecinos del Cabildo de Santiago en 1616 al Rey, en la que solicitan “...se haga la guerra a fuego y sangre.”

De todo lo anterior se desprende que -a partir de Enero de 1626- vuelva en gloria y majestad la guerra ofensiva, lo que incide en que los encuentros bélicos se sucedan en el tiempo, y quedando en la memoria mapuche el triunfo en Las Cangrejeras, en un memorable combate dirigidos por el intrépido Lientur y en el que es apresado –entre muchos otros españoles- el capitán y Maestre de Campo Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, autor de “El Cautiverio Feliz”.

Sin embargo, poco tiempo después, el ejército de conas dirigido por Quempuante y Butapichón son vencidos en el año 1631 en La Albarrada. Todo ello da pie para instaurar una nueva política: Los Parlamentos

La Importancia de los parlamentos de Cateray y Paicaví, radica en que son el antecedente inmediato del las Paces de Quillin, parlamento realizado en el año 1641, que ratificará solemnemente y en derecho la frontera del Bio Bio entre españoles y mapuches, además de reconocer entre dicho río y el Toltén un espacio territorial cuya jurisdicción no correspondía a las autoridades españolas, sino a las autoridades mapuches, los que se comienzan a relacionar como nación autónoma con los representantes de la corona española.

A instancias del Marqués de Baides, don Luis López de Zúñiga, se desarrolla en los llanos de Quillín, en el mes de Enero de 1641, un concurrido Parlamento, del que participaron las más importantes y poderosos Logkos de la Araucanía: Chicaguala, de Maquehua, que contaba a la sazón con mil lanzas, Loncopichón, con tres mil lanzas, Butapichón, quien representaba a los capitanes, generales y Logkos, y el intrépido Lientur, quien habló a nombre de los conas, de los guerreros de Arauco.

Una vez finalizados los discursos se firmaron las siguientes condiciones de paz: “El Gobernador los dejaba libres en su territorio y sin que pudieran ser reducidos a esclavitud, obligándose además a no permitir que ningún español pisase sus tierras, a no ser los misioneros jesuitas, y a destruir el fuerte de Angol; todo lo cual equivalía a reconocer de hecho la independencia de Arauco y a declararse vencido e impotente el ejército español al retroceder la línea de sus fronteras con la destrucción de Angol, como en efecto se llevó a cabo luego después. He ahí pues reconocida por un acto oficial la soberanía de Arauco. En cambio, los Araucanos se obligaban a entregar los cautivos, a permitir la entrada de los misioneros a su territorio y a combatir a los enemigos de los españoles, como por ejemplo a los corsarios ingleses y holandeses que intentaban desembarcar en las costas de la Araucanía y hacer alianza con los araucanos para combatirlos a ellos”[118]

En la práctica, los resultados del Parlamento serán los siguientes: reconocimiento de la independencia de los mapuches en el territorio que se extendía al sur del Biobío hasta el Toltén; despoblamiento de Angol por parte de los españoles; permiso para la entrada de misioneros al territorio indígena para evangelizar; devolución y canje de prisioneros, entre los que se contaban un número importante de mujeres españolas cautivas. A ello se agregaba el dar fin a la encomienda, institución que era causa de la mayoría de los males indígenas.

Con el Parlamento de Quillin se inauguraba una nueva forma de relación entre los españoles y la gente de la tierra, por lo menos existe un compromiso formal de ambas partes respecto de hacer realidad los acuerdos convenidos. Mención aparte merece la esperanza de los misioneros jesuitas, quienes ven en ellos un fértil camino para realizar la evangelización.

A fin de dar a conocer los resultados del Parlamento de 1641, el Gobernador ordena celebrar en 1647 un nuevo Parlamento, también en los llanos de Quillín, y otro en 1651, en Boroa, el 24 de Enero, el que en palabras del Padre Diego de Rosales “acabose con gran regocijo de todos el juramento de las paces y fue este día el más festivo que se ha visto en Chile, por no haberse visto jamás, sino es hoy, todo Chile de paz desde Copiapó a Chiloé, sin que hubiese en todo el reino indio, ni provincia ni guerra; que si bien muchas veces y en tiempos de estos gobernadores se han celebrado paces, siempre ha quedado alguna provincia de guerra, pero ahora no quedó provincia que no se hallase en este parlamento y diese la paz a Dios y al Rey”[119]

No bien se firmaban las paces y se lograban acuerdos de sobrevivencia, la convivencia pacífica entre mapuches y españoles llegaba a su fin al poco tiempo, generalmente a causa de incursiones españolas en busca de indios esclavos, o bien a causa de malocas indígenas en busca de recuperar esclavos y capturar animales.

Sin embargo, aparte de dichas incursiones, hubieron momentos en que se produjeron levantamientos de importancia mayor, los que han sido conocidos como ‘rebeliones generales’, es el caso de la gran rebelión de 1654.[120]

La historia nos enseña que corría el año 1654 cuando naufragó en las costas de Valdivia una embarcación, de la cual los indios cuncos extrajeron los bienes que llegaban a la costa y dieron muerte a los sobrevivientes. A causa de lo anterior, y con el argumento de vengar la afrenta (no obstante el tener como motivación tomar indios en guerra, y por tanto, esclavos), el maestre de campo Juan de Salazar realizó una expedición punitiva compuesta por 900 soldados y 1.500 indios amigos que salen desde el fuerte de Nacimiento. Muchos de ellos murieron al cruzar el Río Bueno, donde comenzaba la frontera cunca. Fracasada la empresa, al año siguiente (1655) parte desde Concepción una nueva expedición española, estimulada por el mismo deseo de tomar indios en esclavitud.

Paralelamente, en Febrero de 1655 se levantaba la Araucanía entera, alcanzando hasta el río Maule, levantamiento del cual fue culpado el Gobernador Acuña y Cabrera, cuñado de Juan de Salazar, a quienes las autoridades españolas de la época los acusaron de sólo tener interés pecuniario, el que satisfacían con la captura de esclavos, y que esa habría sido precisamente la causa del levantamiento indígena.

Lo anterior implicó la eliminación de cualquier presencia española al sur del BioBio, la destrucción de todas las estancias hasta el Maule y el despoblamiento de Chillán. Asegurada nuevamente la frontera en el río Bio Bio, y ante la orden de la corona española de prohibir la esclavitud de indios, se desarrollará en adelante un período de relativa paz, no obstante que cada tanto hubieran encuentros bélicos menores y focalizados.

A fines del siglo XVII, en los llanos de Yumbel, se produce un nuevo encuentro entre las autoridades españolas, asentadas en la Capitanía General de Chile, y las autoridades locales representantes de una multiplicidad de Ayjarewes repartidos en “cuatro Butanmapus según su modo están los tres en el hueco que hace a la cordillera nevada y en el mar y el otro pasada la cordillera nevada del lado del oriente, y están compuestos en cuatro líneas, de norte a sur, donde ellos residen, y por cada Butanmapu se siguen sus comunicaciones, de confidente a confidente, y tiene cada Butanmapu por su línea más de cien leguas de longitud y ocho a diez leguas de latitud.”[121]

El Parlamento de Yumbel, que se desarrolla en Diciembre de 1692 y al que asisten más de 5.000 personas, 200 caciques y alrededor de 500 mocetones, el Gobernador y Capitán General del Reino de Chile Thomas Marín de Poveda había convocado a fin de comunicar “el deseo que asiste a sus Majestad Católica de que gozasen el beneficio principal de la paz que tocaban y otras cosas tocantes a la religión”. [122]

La importancia territorial de dicho encuentro, que en definitiva se convocaba para tratar temas religiosos, radica en que la corona española, a través de sus representantes, reconocía la autoridad de los caciques, desistía de sus intentos por avanzar hacia la Araucanía, trataba a los habitantes al sur del Bio Bio como vasallos de la corona, ya no como bárbaros e incivilizados, levantaba la necesidad de una paz duradera y reconocía la autonomía de la gente de la tierra.

Por otro lado, se reconocía los constantes agravios de los que había sido objeto el pueblo mapuche y ahora sólo se les solicitará la autorización para que religiosos ingresen al territorio del que la corona española no tiene jurisdicción.

Al respecto, el intérprete relató que el gobernador había viajado a España, informando a su majestad, quien “le mandó que viniese a gobernar a estas provincias y a solicitar el mayor bien de los indios, y mantenerlos en paz y justicia no permitiendo que se les hagan molestias ni agravios, finalmente a tratarlos y a que sean tenidos por Vasallos de su Majestad como lo son los demás sujetos a su corona gozando enteramente su libertad.” En síntesis, se reconoce formalmente el ser vasallo del mismo rey, asunto que a los mapuches no les significaba dejar de lado sus autoridades, y que significaba el reconocimiento español como iguales a quienes había denostado y demonizado y, aún así, no había podido vencer.

A las autoridades indígenas se les ofrecía paz duradera, “estar quietos en sus tierras gozando de sus haciendas, familias y ganados” y éstos se debían comprometer a permitir la difusión de la doctrina católica en su territorio, a fin de poder lograr una comunión religiosa y “vencer algunas dificultades que ocasiona el modo de vivir que tienen los indios”, para lo cual el Gobernador solicita a las autoridades indígenas admitan misioneros “que los instruyan y bauticen y los casen según orden de Nuestra Santa Madre Iglesia y esto solo aquellos que voluntariamente solo quisieren ser Cristianos”[123] (P.34)

A nombre de los mapuches, quien en primer lugar dirigió sus palabras a los asistentes al Parlamento fue Luis Guilipel, en cuya jurisdicción se realizaba el encuentro, lo que agradecía e invitaba a aceptar las propuestas del Gobernador “después de los errores pasados”. Lo anterior fue apoyado por el cacique Guenchunaguel, de Calbuco, consejero del Fütalmapu de Guilipel, quien luego de señalar las conveniencias de la paz y reconocer la voluntad real, plantea “que sólo ponía el reparo que en la ley Católica no se admitía mas que una mujer, y que en la que ellos vivían con multiplicidad de ellas, pues será el continuo vivir de su usanza, y mantenerlas las mujeres de chicha y vestuario en que fundaban su grandeza y ostentación”[124], alocución que contó con el apoyo de la multitudinaria asistencia.

A fin de salvar el entuerto, el Gobernador Marín de Poveda plantea que dicha objeción no era más que fruto del desconocimiento de la doctrina, y que ésta “no prohibía las criadas para el servicio y podían casarse con una mujer y que las demás se tratasen como sirvientes y de este modo no se impedían los ostentaciones de sus personas, y con esto tenían quien asistiese a las distribuciones de sus casas,... pues de ello resultaba apartarse solamente de la costumbre de dormir con ellas”[125].

Finalizó el encuentro con las palabras del cacique Anulabquen, del Fütalmapu Bafkehche, quien “cerró su discurso entregando al señor Capitán General los bastones que tenía en las manos de los caciques de cuatro Fütalmapus y quedó concluso el parlamento.”

Siguiendo a Leonardo León, sólo puede juzgarse las palabras e intenciones de los caciques asistentes al parlamento a al luz de los hechos siguientes, es decir, se entra a un período de respeto mutuo entre la Corona y el mundo mapuche, de crecimiento de las relaciones mercantiles fronterizas y, de una manera u otra, de relaciones pacíficas. Al respecto, León señala que a los caciques sólo “se les pedía la conversión paulatina al catolicismo. La propuesta del gobernador no incluía la instauración de la institucionalidad imperial, el cobro de tributos o impuestos, la construcción de fuertes o villas, la apertura de caminos ni el servicio del ejército; solamente se mencionó a los misioneros y a los capitanes de amigos como agentes exclusivos de la corona en la región. El río Bio Bio seguía siendo una frontera entre ambos mundos. Los caciques demostraron estar conscientes que el precio que se les pedía por la paz y la autonomía era relativamente menor, más todavía si ello significaba solamente autorizar la construcción de misiones en sus comarcas.”[126]

A los antecedentes expuestos, que tendrán gran trascendencia en el desarrollo posterior de las relaciones entre el Estado español y el mundo mapuche, se suma la gran concurrencia de caciques y autoridades mapuches, como también la multiplicidad de espacios territoriales representados, que presentamos a continuación[1]:

Lof (Reducción)
Logko (Cacique)
Colcura
Anteli, Guenual, Lleubalican
Arauco
Cheuquecan, Ancaguenu, Painemilla, Cheuquemilla
Carampangue
Labquemguere, Curipiden
La Albarrada
Guenchuguere, Conguebude
Yndes Rrepu
Quilipile, Melguamanque, Gualullanca
Lavapie
Ybunchen, Alcaman, Guiquili
Quidico
Penipillan, Categuaguelen
Quiapo
Curimal, Millanco, Togomacha
Rrampuel
Curelipi, Teiguepillan
Lebo
Yrib labquen, Paillan, Lienquen, Naguelgueche
Carammauida
Aigopillan, Millalonco, Llebuelican
Lincoia
Guentegueno, Biuchalab, Colocolo, Cambitar
Tucapel
Curian, Udaman, Pichuman, Chodque, Tagomal
Cayocupil
Anteni, Coliepi, Aucallanca, Marinaguel
Molguilla
Guilipel, Aigopillan, Colelan
Pangue
Loncoan, Painamun
Chan Leubu
Liempi, Puicon, Picuman
Danqueleo
Paillalican, Guenchupangui, Napoman, Nancupil, Colepi
Traboelboro
Cheuquene, Lienllanca, Maripel, Guerima
Antequina
Fogoante, Puicoante, Upallante, Guechucoi, Guebiante, Pichunante
Lleulleu
Pillantur, Amali, Paillante, Caiancura
Eguide
Paiguigelu, Quilatur, Pillulai, Ancamenu
Raguelgue
Mannao, Naguelante, Guentequl, Maliguenu, Guenudane, Quinellanca, Ruguillanca, Neuclean
Coicomo y Relomo
Nebaltar, Lleubulican, Melillanca, Lloncollanca
del Salado
Caiamacra, Guaquinilo, Lincolab, Guichulap
Tirua
Amoibueno, Gueracan, Marilebu, Cincomalco, Guentelican, Lleubalican
Guenimavida
Curibanco, GuiriaToki, Guelevi
Taleo
Llancabilo, Tanacal, Caiomari, Cuilipel
Quilligui
Poelpague, Quinchamengue, Pailaqueupu, Ygueipillan, Colepague, Curiguala
Curicuien
Quintelemu, Quenanaguel, Loncopangue, Talgacuidi, Guenupangui, Llecamanque, Leubapillan
Budi
Millanaguel, Paillaguere, Reuguigala, Peinenanco
Rucacura
Curiñanco, Naguelgueno, Cheuquelile
Talcamavida
Cheuquecan, Guiracacheo, Gueicumilla, Guiricheo, Curellanca
Santa Juana
Curemalin, Butapichun, Llanoaguena, Inacar, Naupiante
Angol
Curipel, Aioguere, Eviqui, Suiq, Quinchaltur, Manquedebu, Mariguen, Millapi
Mininco
Marique, Anaquen, Marcollanca
Guadava
Reinanco, Pailacura, Tureman, Llancamal, Guicumilla
Arquen
Queputur, Caniuqueupu, Cadiburi, Antequeo, Guaipquita
Yapaguere
Guelene, Lilpulli, Millallanc, Ancamilla, Calleguere
Puren
Paguianca, Yenepillan, Tanamai
Guepin
Minchellanca, Calbucan, Lincancura
Llopeoian
Millaguin
Mantupulli
Chobquecura, Calbuleo, Mallalonco, Curipi, Guerapi
Lumaco
Calbuman, Carimanque, Gueiculupel, Nagpi, Tecaman, Guaniman
Renico
Ancatur, Aigui, Guilipel
Didaico
Quelerman, Udalebe, Antetipai
Colpi
Catrillanca
Guellol
Piutimella, Chiuea
Pubinco
Guaiquimilla
Repocura
Gueiculep, Millananco, Ancallu, Guanquelonco, Cabrapagui, Pichintur, Reuqueante, Catellanca, Calbamanque, Tanamaico, Ranmanque
Boroa
Guenubilo, Maripil, Guircananco, Quinelama, Nancamal, Pilcollanca, Quechambilu, Guenman, Naguelcura, Licancura, Licancura, Buchamalal, Caterupai, Guercapie, Reinaguel, Antecura
Cholchol
Calbuquea, Reumaylabquen, Chiguicura, Mencollanca, Cariqueo
Tolten el Alto
Millaio, Llanqueman, Maribulo
La Imperial
Naguelguala, Antipal, Chaguegueno, Calbuguenu, Maribilu, Gunchullanca, Ligueque
Quechucaguin
Guilipel, Paioibilo
San Cristobal
Huilipel, Llancamali
Santa Fe
Lientur, Milaguala, Guiragueno, Tureupil, Paillacheo
Bureu
Quinchaleubu, Guaiquiguere, Guenopillan, Guanquepai, Reuqueiembe, Guaiquian, Elpuente, Reuqueante, Llanquemanque, Cambimante
Molchen
Guenullanca, Quedeante, Udalevi, Quentequen, Punalevi, Millachigue, Linculeubu, Millal, Paillachet, Lincota, Naguelguere, Querupichun, Paillacan, Rapian, Deumanguin, Quenteguere
Colgue
Curelama, Biemche, Ancalleo, Ybuinchet, Llancamilla
Monquico
Cheuquileu, Llanquelican, Millaguenin, Deanllanca, Yngaipillan, Calbulemu, Naguelguala, Raipilqui, Mariguala, Guentelabquen, Tanconpai, Leplipe, Anteleui, Caiomilla
Malleco
Paguinamon, Ayllapan, Catepillan, Naguelpan, Catelpan, Paguianca, Udaleui, Llancanao, Lepicalquin
Chacaico
Maloñanco, Lipaygueque, Menchelab, Tagomilla, Teimellin, Catheren, Yaupillanquen, Malolab
Choque Choque
Paillaguanque, Quetulevi, Painemal, Quechereguas, Paillalican, Colompillan, Camulevi
Adeuil
Colicheo, Pellucambi, Millalicar, Millaie, Cheuquelinco, Gueitalabquen
Requen
Guechapillan, Catheguer, Altigue, Meliguere, Millalicar, Huenchullanca, Pichuncura, Dugueleui
Birquen
Anteranai, Ancamilla, Leniguenu, Loncollanco
Pellamalin
Loncoñanco, Queligueno, Gueracan, Ninanco, Millarelmo, Guenucal, Paillalican
Llameco
Guenchunaguel, Loncotipai, Aielguen, Quelabichhun, Ricananco, Calbuñanco, Pichunante
Calbuco
Gauminaguel, Paguinamun, Butapichun, Caurapague
Maquehua
Catalbquen, Permanllanca, Painequeo
Chomui
Millapal, Millaguala, Antegueala, Caiopilqui
Champulle
Neipague, Liencura, Cadepoco
Quellaino
Lipicalquin
Lalguen
Codeguala
Rregue
Curaleb, Cheugdu, Lemullanca
Cura
Puitillanca, Guiquipagui
Guambalí
Raiguechun
Peulla
Ancachevo
Aquelen
Millachigue
Tempuelo
Calbunanco, Guenchuante
Cudeleubu
Malihueno, Biatipai
Chaguel
Guencullanca
Loncopitriu
Quedetur, Marillanca, Tenamante
Compudo
Millante, Ancaguala, Pucareo, Curequelebe
Quilacura
Colicheo, Pichanante, Millabende, Catemapo
La Villarrica
Picheguala, Luanchiun, Curenanque, Curenaguel
Pucon
Millamanque, Antetipai
Lolco
Loncotipai, Quilenpangui, Ligainanco, Butapi
Ranquel
Curiquien, Millaguenu
Anguaiecu
Chenquenaguel, Llallinguanque
Temenco
Lemunan, Anenaguel
Icalma
Talcapillan
Lolquinco
Millatipai
Rucachiroy
Lucanaquien
Guachipen
Peranaguel
TufTuf
Cadepague
Proquena
Rainecuelen
Malloe
Guenavilo, Guelmellanca

Fuente: “Expediente del Parlamento celebrado con los indios en la Plaza de San Carlos de Austria,
llamado comúnmente Yumbel, fuera de las murallas, en el campo, en 16 de Diciembre de 1692”

En los mismos términos anteriores, y refrendando lo señalado en Yumbel, se desarrolla en Choque Choque un nuevo parlamento en 1693, cerrando un siglo que comenzó con la Victoria de Curalaba, con la fijación de la frontera en hispano – mapuche en el Bio Bio, continuó con la experiencia de la guerra defensiva, inauguró el sistema de Parlamentos y terminó con el reconocimiento formal de un extendido territorio jurisdiccional mapuche, entre el Bio Bio y el Toltén, el que se mantendrá incólume durante toda la colonia.

3.5. Autonomía territorial y Parlamentos en la Araucanía: de la Rebelión de 1723 al Parlamento de Tapihue

No obstante que fruto de los Parlamentos reseñados, y que en la línea de frontera se desarrollaban grados crecientes de relaciones comerciales, en la Araucanía de principios del siglo XVIII se vivía una paz inestable, sujeta en cualquier momento a resquebrajarse, y algunos momentos más álgidos, a quebrarse.

Como señaláramos, los encuentros bélicos entre españoles y mapuches no cesaban, pero no pasaban de ser encuentros esporádicos, focalizados, los que alcanzan niveles de enfrentamientos mayores durante el siglo XVIII en dos ocasiones: entre 1723 y 1726, y entre 1766 y 1771.

La primera de las rebeliones se produce entre la primavera de 1723 y el verano de 1724, momento en que se levantan todos los Ayjarewes de BioBio al sur, fruto de los múltiples abusos cometidos por los Capitanes de Amigos con los mapuches, al ser estos últimos obligados a trabajos forzados y al servicio personal, y por “las especulaciones comerciales del maestro general del ejército, Manuel de Salamanca, que se sirvió de los capitanes de amigos y de la presión que podía ejercer sobre los mercachifles, para crear una especia de monopolio en el comercio con los naturales y que derivó en imposiciones abusivas y hasta maltrato. Según muchos testimonios de la época, los capitanes de amigos, respaldados por su jefe superior violentaron la voluntad de los indios y se acumuló un fuerte descontento.”
En definitiva, el 9 de marzo de 1723, es asesinado el Capitán de Amigos de la parcialidad de Quechereguas Pascual Delgado, quien “se había atraído el odio de los indios por la arrogante soberbia con que los trataba y por los castigos crueles y arbitrarios que les infligía”[127]

Con la muerte del Capitán de Amigos se inició la rebelión general. A ello le siguió el saqueo y destrucción de las haciendas cercanas, con el consiguiente robo de animales, y el paso a las inmediaciones de Purén, para luego avanzar al la Isla de la Laja, mientras en forma paralela se mantenían incomunicados los fuertes españoles, se sumaban a los llanistas los mapuches del lafquenmapu (costinos) y los Cuncos.

Finalmente, “A causa de la rebelión, el gobernador Gabriel Cano y Aponte estimó que los fuertes avanzados al sur del Biobio no se justificaban, porque sólo eran puestos de vigilancia y que no habiendo plan de extender la dominación no prestaban utilidad real, originando gastos y preocupación innecesarios.”[128]

Con el despoblamiento de la Araucanía por parte de los españoles, se llega a un nuevo Parlamento, el que se realiza en Negrete el 13 de febrero de 1726, que se centró en regular las relaciones comerciales fronterizas y cuyo resultado principal fue el prohibir el monopolio comercial de los oficiales.

En los llanos de Negrete, el Gobernador Cano y Aponte propuso las condiciones de paz, entre las que se señalaba el que los mapuches debían deponer las armas, reconocerse vasallos del Rey de España y enemigo de sus enemigos, no oponerse a la reconstrucción de fuertes al sur del Bio Bio, y aceptar la evangelización de los misioneros. De ello se deduce que los intereses expansionistas españoles, si bien se congelaban, continuaban vivos.

En todo caso, las resoluciones más importantes tuvieron que ver con la regulación del comercio, el que es reglamentado ya que “por cuanto de los conchavos nacen los agravios que han dado motivo en todo tiempo a los alzamientos por hacerse éstos clandestinamente, sin autoridad pública, todo en contravención de las leyes que a favor de los indios deben guardarse, será conveniente que los tengan libremente pero reducidos... a tres o cuatro ferias al año o las más que juzgaren necesarias y pidieren...”[129]

Fruto de la paz concertada, las hostilidades se reducen notablemente, si bien no totalmente, como era la costumbre, y la generalidad de las escaramuzas encontraban su causa en abusos de los españoles.

[84] (CG, vol.517, N° 6501, fs. 18 y ss. Op.cit Silva 1962:178)
[85] La medida de asentar población dentro de las haciendas no era nueva se había intentado realizar a fines del Siglo XVII cuando en la zona de Ibacache, Valle del Puangue, se promovió el establecimiento de pueblos de indios dentro de las estancias de los encomenderos. Se mensuraron tierras en 1692 a indígenas que venían trasladados desde los sectores de Colbindo y Collipenco al sur del Maule, concediéndoseles tierras en donaciones con carácter perpetuo. Esta política de radicación propiciada por el Oidor Juan del Corral Calvo de la Torre duro corto tiempo e iniciado el siglo XVIII, las radicaciones de indígenas en las haciendas fueron derogadas por Cedula de 1703 y ordenes posteriores de la Corona. (Borde et.al 1965: 79-80). La oposición a la radicación en las haciendas se fundo en las disposiciones de la Tasa de Esquilache, las ordenanzas de Lillo y el Auto acordado en 1642, que exigían el reconocimiento de los territorios indígenas, lo que llevo a que en 1696 se dictara la Real Cedula que ordenaba el cumplimiento fiel de las leyes sobre pueblos de indios. Sin embargo, esta voluntad duro poco años, pues en 1699, el Protector General, Juan del Corral Calvo de la Torre, era partidario de la reducción de los indígenas a las estancia de sus encomenderos, como forma de asociar definitivamente la población mapuche a los hacendados, cuestión que no prospero.

[86] (Hanish 1963:107)
[87] (MM, tomo 201, N° 4947. op.cit. Silva 1962:187)
[88] (Larráin 1952:118 y ss). Una trascripción completa de la cesión de tierras se encuentra del Márquez de Pica a los mapuche esta en Godoy (1991:89-92).
[89] (R.A., vol 2435,pza. 2ª., fs 35 vta. Opcit. Silva 1962:184)
[90] (Hanish 1963:107)
[91] (Anguita 1912: 39)

[92] (Anguita 1912: 39)
[93] (De Ramón 1960:277-285)
[94] (Vicuña Mackenna 1874)

[95] (Godoy 1995: 89).
[96]Bengoa (1985): 16. Estima “para la Región de la Araucanía, una población cercana al medio millón de habitantes. Entre el río Itata y el río Cruces (Loncoche), el territorio posee 5,4 millones de hectáreas, lo que significa una densidad de un habitante por cada 10,8 hectáreas, o 92,5 habitantes por cada 100 kilómetros cuadrados. Esta no es una concentración exagerada, y es adecuada al tipo de organización económica y política que poseían los mapuches”
[97] Idem: 19
[98] Mariño de Lofera (1865: 123)
[99] Idem: 124
[100] Tomás Guevara, “Chile Prehispano”, Tomo I, página 201; en Luis Carlos Parentini, “Introducción a la etnohistoria mapuche”, Colección Sociedad y Cultura, Dirección Biblioteca, Archivos y Museos, Dibamy Centro de Investigaciones Barros Arana, Santiago, Chile, 1996, pagina 34
[101] Idem, paginas 242-3
[102] Idem, paginas 243
[103] Latcham: 1922
[104] Latcham (1922: 846-849)
[105] Mariño de Lofera (1865: 123)
[106] Idem: 110
[107] Idem: 111
[108] Idem: 111
[109] Vitale (2000: 25)
[110] Bengoa (1985: 32)
[111] Idem.
[112] Jara (1971: 33-37)
[113] Cerda – Hegerl (s/f: 13)
[114] Idem: 20
[115] “Carta del padre Luis de Valdivia para el Padre Provincial Diego de Torres dando cuenta de cómo ajustó las paces con la Provincia de Cateray, Concepción, 2 de Junio de 1612”, en Horacio Zapater: Parlamentos de Paz en la Guerra de Arauco (1612-1626), Araucanía, Temas de Historia Fronteriza, página 70.
[116] Cerda – Hegerl (s/f: 21)
[117] Carta de Alonso de Ribera al Consejo de Indias, Concepción, 1616, Citada por Barros Arana (1931,5:132);
[118] Lara (1889: 48-49)
[119] Ferrando (1986: 212)
[120] Villalobos, Vida Fronteriza (1995: 60 y ss)
[121] Ver Leon (1992/4).
[122] Idem: 27 - 28
[123] Idem: 34
[124] idem: 38
[125] idem: 39
[126] idem: 49
[127] Casanova (1987:17)
[128] Villalobos (1989: 23)
[129] Casanova (1987: 43)