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1. Introducción


Los nombres de Isla de Pascua, Rapa Nui y muchos otros, son de adopción más bien recientes, pues el término autóctono es el de Te Pito o Te Henua u “Ombligo de la Tierra”.

La formación geológica es parecida a la de otras islas polinesias y luego, la propagación de las especies se pudo muy bien producir debido a su completo aislamiento a través del aire, del mar o de las aves marinas; con todo, fue la llegada del hombre la que, en etapas sucesivas, habría de transformar substancialmente los ecosistemas primitivos insulares.

De acuerdo con las más antiguas tradiciones y genealogías, fue Hotu Matu’a el primer Ariki Henua, supremo título real que se daba al Soberano de la Isla, quien vino desde Hiva, donde hubo un cataclismo y tuvo que emigrar de allí arribando a esta isla con su gente, tras el previo envío de siete emisarios, siguiendo las orientaciones del consejero Hau Maka.

El fenómeno del cataclismo no es ajeno a las inmensas aguas del Pacífico, y son varias las hipótesis sobre la situación de Hiva, lugar donde se produjo este cataclismo. Pero es el archipiélago de las Marquesas en el que hallamos sorprendente coincidencia histórico-tradicional y toponímica: Hiva Oa, Fatu Hiva y Nuku Hiva; las tres islas mencionadas llevan incorporado el nombre de Hiva.

Respecto al establecimiento de los polinesios en Te Pito o te Henua o actual Isla de Pascua, las dataciones de restos carbonizados de la región de Poike arrojan cifras de C-14 del año 318 después de Cristo; sin embargo, las dataciones de obsidiana de Clifford Evans, en el “Report 18” dantan el 530 antes de nuestra era, lo que pone en entredicho la datación del C-14, por lo que hay que tomarla con extrema cautela.
En el orden religioso, aunque existía el politeísmo, el dios arcano Makemake era considerado como el supremo creador y regulador de la existencia de ciertas fuerzas: el mana, poder sobrenatural propio de seres divinos, reyes y muy pocos más; el tapu, precepto sagrado, algo o alguien sagrado, inviolable o prohibitivo; y el po, la noche, sinónimo de tinieblas y del sueño.
El relato tradicional, que presenta a Makemake como supremo creador, dice, entre otras cosas: “he tuki mai haka’ou Makemake ki te ’o’one rapo; he poreko mai te tangata ”, “Finalmente Makemake fecundó la tierra arcillosa rojiza; de ella nació el hombre. Makemake vio que esto resultó bien.” Más adelante añade el relato: “Ki hauru he oho atu te Atua a Makemake he tuki te kavakava maui. He poreko mai te vi’e ”, “Cuando estuvo dormido, Makemake fecundó las costillas del lado izquierdo; de ahí nació la mujer”. Como puede comprobarse fácilmente la coincidencia con el texto del Génesis es asombrosa y la explicación no es otra que la tardía influencia misionera en él.

Las mermas de originalidad, como la anterior, halladas en los relatos primitivos de Te Pito o Te Henua hay que buscarlas en las secuelas producidas por el esclavismo peruano en los años 1862 y 1863. Durante esa época, la piratería peruana tomó esclava al 35% de la población rapanui, produciéndose una brusca interrupción del antiguo orden social, con estigmas traumatizantes que quedarían indelebles durante muchos años. La deportación de los isleños al Perú por los esclavistas trajo consigo la pérdida de la cultura escrita en los kohou rongorogno, tablillas grabadas para la recitación; cuyos últimos conocedores perecieron en tierras peruanas, llevándose el secreto de una escritura bustrófedon a su propia tumba sin posibilidad de descifrar de modo convincente su contenido, a pesar de las múltiples tentativas ad hoc.

Volviendo de nuevo al aspecto religioso, el hombre era considerado, con respecto a su creador, como un ente intrascendental: “ko’ura tere Henua, un insecto que camina sobre la tierra” y cuya vida era tan frágil y débil como se expresa en: “he moa toke te tangata e te vi’e, el hombre y la mujer son como pollos robados” pues son consumidos al instante.

También se creía en los akuaku, los espíritus de la noche, venidos del otro mundo, que se mostraban unas veces defensores, benignos y tutelares, y otras, vengativos, severísimos y castigadores de intrusos. Los términos clásicos ivi atua (ser sobrenatural) y akuaku han sido reemplazados por la voz tahitiana varua. La investigadora inglesa Mrs. Routledge hizo una lista de nombres de akuaku y de los lugares por ellos dominados en un total de 90.

Especial importancia revestía la fiesta anual del Tangata manu, celebrada en honor a Makemake en la aldea ceremonial de Orongo. Se iniciaba al comienzo de la primavera junto con la llegada del manu tara, un ave marina migratoria que actualmente no anida en la Isla.

Estos ritos sagrados de Orongo tenían un significado oculto, siendo una excepción en el amplio ceremonial polinesio. Cuando el sacerdote del observatorio solar indicaba la fecha exacta, el candidato a Tangata manu enviaba a uno de sus hombres a lanzarse a las aguas desde la gran altura del acantilado del volcán Rano Kau. Alcanzando el islote Motu Nui, debía aguardar la llegada de aquella ave en sitio oculto y apoderarse del primer huevo que esta ponía y llevarlo a salvo a presencia del rey. El Tangata manu entonces adquiría autoridad por un año, siendo el último que ostentó esta nominación Rokunga en 1866, hallándose ya los misioneros en la Isla.

Singular importancia se daba a los muertos, cuyos cuerpos se dejaban a la intemperie en algunas angarillas durante mucho tiempo hasta su total descomposición por la acción del viento, del sol, del mar, etc., pues en aquellas épocas no se habían introducido en la isla las aves de rapiña. Los primeros días los cadáveres eran velados por grupos que se lamentaban y cantaban las virtudes del difunto, alternando los cantos con danzas rituales. Cuando el cuerpo quedaba reducido al esqueleto, se procedía al tanu (entierro), guardándolo en el avanga o nicho del ahu - monumento sepulcral.

Estos ahu se dividen en dos clases: los que fueron construidos para recibir estatuas encima (ahu moai) y los que no estaban destinados para este fin. Los ahu moai de tipo completo, de gran tamaño y que han dado fama universal a la isla, fueron construidos en el periodo del florecimiento del arte megalítico y suman unos 31; los del tipo incompleto se cifran en unos 71.

Pasando a la época moderna, la isla entró en contacto con los occidentales en 1722 con la llegada del holandés Jacob Roggeveen que le dio el nombre de Paasch Eyland o Isla de Pascua, como se le conoce en la actualidad, para conmemorar el día de su llegada en Pascua de Resurrección.

El primer hecho, después de su descubrimiento para occidente, es la deportación de esclavos a Perú, para la extracción del guano en las Islas Chinchas con incursiones de los barcos por el lapso de un año. Cuando cesó esta situación, algunos rapanui fueron retornados, trayendo consigo enfermedades contagiosas como el kokongo y la viruela, que exterminaron a más del 90% de la población de Pascua.

Inmediatamente después, el Hermano Eugenio Eyraud es el primer misionero que llega a evangelizar, trabajo muy duro obteniendo un excelente resultado.

Posteriormente, otros misioneros continúan con esta labor y se funda la Villa Santa María de Rapa Nui, la construcción de dos capillas; una en el sector de Hanga Roa y la otra en Tarakiu.

Casi en el mismo tiempo, el colono francés Dutrou Bornier, decide establecerse en la Isla y promover la explotación de ganado. Inicialmente mantiene una buena relación con los misioneros, pero esta se va deteriorando por su ambición de territorios. Obliga a los rapanui a trabajos forzados y los somete a fuertes maltratos, hasta el punto en que la mayoría se ve obligada a realizar una amarga diáspora, algunos con los misioneros y otros a las plantaciones del socio de Bornier, John Brander, en Tahiti.

Dutrou Bornier se auto proclama Rey de Isla de Pascua y continúa con sus abusos y la explotación indiscriminada de la población hasta que en 1877 muere a manos de un rapanui que decide poner fin al maltrato. La hacienda pasa a manos de uno de sus socios (Salmon) y se inicia una pugna por la propiedad de la tierra de la Isla, de la que hasta el momento aparecen como propietarios: los misioneros franceses, Tati y Alexander Salmon, John Brander Hijo, sucesión Dutrou Bornier y los rapanui, como originales dueños y señores.

El 9 de septiembre de 1888 se firmó el Acuerdo de Voluntades entre el Rey rapanui Atamu Tekena, que junto al Consejo de Jefes representaban a Pascua; y el capitán de corbeta don Policarpo Toro Hurtado, en representación del Estado de Chile. Por este acuerdo, los rapanui ceden voluntariamente la soberanía de la Isla a la República de Chile, reservándose los Jefes sus derechos e investiduras como consta en el acuerdo suscrito. Comienza inmediatamente la colonización de la Isla con el Agente de Colonización don Pedro Pablo Toro Hurtado (hermano de Policarpo) y otros.

En 1895 el Estado arrendó la Isla al explotador Enrique Merlet, quien ordenó el vallado de piedra de tres metros de alto y encerró a los isleños en la región de Hanga Roa con la prohibición taxativa de salir de los límites. Tiranizó a los isleños hasta el extremo que hubo de mediar a favor de los naturales la Santa Sede. Todo el poder se concentró en manos del Administrador de la hacienda quien, hasta 1915, era a su vez Subdelegado Marítimo. Años mas tarde, Merlet cede el 75% de las acciones a la compañía inglesa Williamson & Balfour, llamada CEIP (Compañía Explotadora de Isla de Pascua), la cual continuó por espacio de 50 años sin cambiar las condiciones de trabajo.

En 1896 se crea la Subdelegación Marítima de la Isla de Pascua, dependiente de la Gobernación Marítima de Valparaíso, nombrando como primer subdelegado a don Alberto J. Sánchez Manterola y, en 1914, a don Jorge Vives Solar. En el mismo año llega a la Isla un profesor y se abre la primera escuela, la que funcionó por pocos días.

En enero de 1917 se dicta la ley 3.220 que autoriza la construcción de una escuela donde el nuevo Subdelegado Marítimo, don Ezequiel Acuña hace cumplir la enseñanza básica obligatoria para niños entre 7 y 14 años. Era el Subdelegado Vives, junto a su esposa y su nuera, quienes impartían nociones básicas de escritura y lectura, matemáticas y otros temas. Esta ley también autoriza al Presidente de la República para invertir en la construcción de un lazareto; de tal forma que el gasto de esta inversión se deducirá de las entradas que el Fisco obtiene del arrendamiento de la Isla.

Establece además, que Pascua dependerá del Territorio Marítimo de Valparaíso quedando sometida a las autoridades, leyes y reglamentos navales.

Luego de variados hechos que se referían al mal trato de los pascuenses por parte de la CEIP y del abandono aparente por parte del Estado, en 1933 se inscribe la totalidad del territorio de Pascua a nombre del Fisco, de acuerdo al artículo 590 del Código Civil que establece que: “todas las tierras que se encuentran dentro del territorio nacional y que carecen de otro dueño, son tierra fiscal.”

Veremos después, que en el Presidente de la República Eduardo Frei Ruiz-Tagle, leyó un documento públicamente que expresaba que: “la inscripción de la tierra de Isla de Pascua a nombre del Fisco chileno se hizo con la intención de protegerla en forma efectiva.”

Desde 1953 la CEIP hace entrega de los terrenos de la Isla y de los bienes traspasándolos a la Armada de Chile, quien estará encargada de su administración, cambiando la forma de ésta con contratos mejor pactados y varios otros beneficios, como el traslado de rapanui dentro de la Isla, sin embargo, se instaura las ordenanzas navales como forma de gobierno manteniendo el “Reglamento de régimen interno de vida y trabajo en la Isla de Pascua de la República de Chile.

Para 1965 la Isla pasa a depender de la Administración Civil al ser creado el Departamento de Isla de Pascua, a cargo del Gobernador Departamental. Los bienes administrados por la Armada son traspasados a la CORFO (Corporación de Fomento de la Producción).

Comienza el establecimiento de organismos estatales así como la construcción del Aeropuerto Mata Veri, se instala la ECA (Empresa Agrícola y Ganadera) y la adecuación de Hanga Roa para el establecimiento de la población. En 1972 se delimitan los terrenos urbanos de la Isla, para, en 1974 crear la Provincia de Isla de Pascua de acuerdo al sistema de regionalización nacional

Se suceden varios cambios desde esas fechas, particularmente por el establecimiento del régimen militar en el país, y el pueblo rapanui sigue su proceso normal de aculturación pero sin dejar de lado su desarrollo cultural como etnia. En la actualidad, se sitúa como destino turístico importante, como posesión chilena administrativa completamente dependiente del sistema nacional, como parte de la Polinesia por el ascendiente étnico que une a sus habitantes con los de las demás islas del triángulo y como cultura única que procura su permanente desarrollo.