Portada Anterior Siguiente Índice | 4. Principales Elementos para el Diagnóstico

4. Principales Elementos para el Diagnóstico


4.1 Antecedentes sobre la población Indígena Urbana

En la actualidad los pueblos indígenas representan el 11% de la población nacional, de los cuales el 80% vive en los principales centros urbanos del país, mientras que sólo el 20% restante vive en zonas rurales, según los datos arrojados por el último Censo Poblacional de 1992.[16] Estos datos tendrán una vigencia hasta que se procesen los datos del Censo 2002.

La CASEN ’96 (instrumento de medición social), muestra que tanto las comunas rurales como urbanas que concentran el mayor porcentaje de población indígena son a su vez las que registran los más altos índices de pobreza e indigencia. La pobreza e indigencia indígena nacional es de un promedio de 35,6%, mientras que para la población no indígena es de un 22,6%, existiendo una diferencia de 13 puntos porcentuales. No obstante en regiones como la VIII, dicho promedio se eleva 52,3% para la población indígena.[17] Similares datos han arrojado las encuestas de 1998 y 2000 respectivamente.

A juicio de la Comisión Económica para América Latina CEPAL, la migración entre los pueblos indígenas constituye uno de los fenómenos más importantes en la actualidad. Aunque sus orígenes se remontan a la historia colonial, el mayor volumen migratorio así como sus impactos se comienzan a verificar con claridad desde mediados del siglo XX. “...El deterioro de las economías campesinas, la pérdida y disminución de las tierras comunitarias, la carencia general de recursos productivos, el crecimiento de la población, la asalarización, la pobreza y factores subjetivos como la atracción por las “ventajas” de la vida en la ciudad, son algunas de las causas del tránsito a las urbes.[18]

En Chile habría que agregar factores como los procesos coercitivos de incorporación de los territorios indígenas a la jurisdicción del Estado nacional: usurpación, explotación laboral subhumana, corridas de cerco, reducción, división y liquidación de las comunidades indígenas; en la aplicación de estas políticas se entregaron alrededor de 3.000 títulos, radicando a los Mapuche en un espacio de 510.000 hectáreas, generalmente en tierras de mala calidad. Las más ricas fueron entregadas a colonos nacionales y extranjeros, a titulo gratuito. De esta forma los Mapuche recibieron 6,18% hectáreas por persona y los colonos extranjeros recibieron gratuitamente 40 hectáreas por familia más 20 hectáreas por cada hijo varón mayor de 12 años de edad;[19]los proyectos de colonización con migrantes europeos en los territorios indígenas; la reconversión productiva y los procesos de modernización de los sectores agropecuarios; el arribo de megaproyectos hidroeléctricos, de carreteras, de explotación del bosque nativo, de forestación masiva con especies exóticas, la explotación de la flora y la fauna nativa y el deterioro del hábitat natural de los pueblos indígenas, por lo general impulsados o incentivados por el propio Estado se suman a las causas que originan el éxodo de la población indígena hacia los centros urbanos.[20]

Los factores ya enumerados serían las causa principales de la migración de sus comunidades de orígenes para la población indígena, existiendo además factores de “atracción” como por ejemplo la búsqueda de mejores oportunidades de vida, la educación, el trabajo remunerado, la sensación de aventurarse en un mundo desconocido, etc. Es decir las ciudades representan sobre todo para la población más joven una “oferta cultural” que los atrae y los seduce fácilmente.

Refiriéndose a los resultados de dicho Censo R. Valenzuela señala que “la distribución indígena en el país según áreas urbanas o rurales, muestra valores sorprendentes con los cuales se puede asegurar que, desde el punto de vista demográfico, la llamada “cuestión indígena en Chile” esta más asociada a sectores urbanos que rurales...se puede advertir que del total de los indígenas chilenos, un 79,63% declaró vivir en ciudades y sólo el 20,37% restante habita en sectores rurales”.[21] Del mismo modo el Censo en cuestión confirmó que la población indígenas esta distribuida hoy en todas las regiones del país, lo que lo transforma en un tema nacional y no se limita a las regiones que históricamente habitaron los pueblos originarios.

4.2 Algunos Antecedentes Demográficos de la Población Indígena Urbana.

Los datos arrojados por el Censo de 1992 sorprendieron a los estudiosos del tema indígena en el país pues las proyecciones más optimistas sostenían que la población indígena nacional era de unas 600.000 personas. Sin embargo, el Censo arrojó una cifra cercana a un millón de personas de 14 años y más que se autoidentificaron como indígenas. Otros datos sorprendentes fueron la distribución espacial de la población indígena que se extiende por todo el país, así como la distribución de la población por zona urbana y rural.

Varios autores señalan que el métodos de auto adscripción utilizado por el Censo de 1992, así como su aplicación sólo a la población de 14 años y más, no tendría la rigurosidad científica adecuada y que por lo tanto permitiría errores tanto en subvaloración o de sobrevaloración. En el primer caso muchos sujetos perteneciendo; siendo descendiente o miembro de un pueblo indígena, negarían su condición de tal debido a situaciones como la discriminación, mientras que en el segundo caso, muchos sujetos no siendo indígenas pudieron autoidentificarse como tales. Lo que plantea la necesidad de una revisión de los criterios o variables a considerar en un instrumento como el Censo, cuestión que para el próximo Censo del año 2002 se habría replanteado.

Considerando que el Censo es un instrumento oficial, las cifras arrojadas por el mismo deben tenerse presentes en la evaluación y planificación de las políticas públicas, entre otros, ese es su objeto. A pesar de que el Censo en cuestión se realizó hace ya casi una década, estos antecedentes tienen plena vigencia y no serán reemplazados hasta que se sistematicen los resultados del próximo Censo del año 2002, cuyos datos estarán disponibles con seguridad a partir del año 2003.[22] El diagnóstico y las propuestas de nuevas políticas para el mundo indígena urbano deben tener presentes dichos antecedentes, algunos se resumen a continuación:

4.3 Consecuencias y Efectos de la Migración

Las consecuencias y efectos de la migración de la población indígena son múltiples y diferenciadas si se trata de una migración forzosa o si se trata de una migración de “atracción”. En el primer caso, las consecuencias y efectos pueden llegar a ser traumáticos y sus secuelas arrastrarse por muchos años e incluso transmitirse de generación en generación. Casos como por ejemplo los desalojos violentos, con el uso de la fuerza pública, con enfrentamientos etc. marcará de por vida a la familia y sus miembros que lo sufren y en su memoria permanecerán sentimientos de impotencia, de rencor y rebeldía que se reflejarán ante cualquier mal trato posterior.

Muchas generaciones de familias indígenas, desde principios del siglo XX han sufrido lo que se denomina “el exilio forzado” en su propia tierra, como consecuencia de las políticas enumeradas anteriormente, sin embargo hasta hoy no se conoce en Chile un organismo público que aborde el tema de la migración interna, como tampoco organismo que se preocupe de apoyar con programas sociales a los migrantes en programas de salud (sobre todo en salud mental), vivienda, educación, mucho menos que impulse medidas de reparación. Al respecto y por ser la migración un proceso en aumento gradual se debería considerar su creación.

Un poco más “atenuadas” serán las consecuencias, efectos y secuelas para aquellas familias, o personas indígenas que dejan su hábitat rural para cambiarlo en forma “consciente” o “voluntaria”, por el hábitat urbano. Es decir aquellos que se trasladan “atraídos” o “atraídas” por la gran ciudad, pero siempre en busca de “mejores oportunidades”. Siendo en la mayoría de los casos, el campamento o la población marginal de los centros urbanos del país, su destino y residencia final.

La hostilidad del entorno y la discriminación social y étnica, han sido por largos años los primeros efectos en el nuevo escenario de los migrantes indígenas, las barreras sociales, culturales, lingüísticas y el corte de los lazos como linaje, los parientes y la comunidad, despertarán la nostalgia y se mantendrán como sombras perennes que acompañan a un gran contingente, en su duro deambular por las ciudades. La pobreza rural, “era más llevadera” y menos dura que “la nueva pobreza urbana”. El desarraigo afectará por igual a migrantes “forzados” y a migrantes “conscientes”.

La alienación cultural se apoderará de un alto porcentaje de las generaciones más jóvenes nacidos en la urbe, quienes se mimetizarán tratando de “pasar por chilenos”, escondiendo o negando su condición de “indígena” insertándose en los recónditos rincones de la cultura y de las subculturas urbanas. No obstante, ni pelo teñido, ni el cambio de apellido, ni los jeans o las zapatillas Nike, logran la transformación “deseada” o impuesta. Sin embargo un porcentaje creciente de estos jóvenes por distintas razones y fuentes están en un proceso de recuperación identitaria.

Producto de la discriminación social y étnica, la intolerancia a la diversidad cultural que la sociedad chilena tiene con los indígenas, el migrante indígena “se había transformado en un ser invisible” proceso que está sufriendo un cambio.

Para la sociedad chilena, para sus representantes sociales, políticos y religiosos y también para el Estado, el indígena es aquel que vive en el altiplano o en las comunidades del sur, en la reducción, o en el campo. Es lo que los especialistas denominan como la “imagen reduccional” indígena.[24] En otras palabras hay una resistencia a creer que en las ciudades pudieran existir indígenas. Ello constituye la máxima expresión de negación, racismo y xenofobia. Es la resistencia a creer que en las ciudades de los “blancos”, vivan “indios”.

Desde otras miradas lo indígena es sinónimo del “pasado monumental histórico”, como si las culturas indígenas se anquilosaron, perdieron su dinamismo y por tanto se “fosilizaron”, se asimilaron, se integraron o simplemente se extinguieron. Para estas últimas miradas lo indígena forma parte de la folklorización que solo se refleja en los trajes típicos y en objetos artesanales e instrumentos de los grupos o bandas folclóricas del norte y del sur y que hoy se rescatan en las tareas extraprogramáticas de algún profesor “comprometido” que le dice al alumno -“que bien te ves disfrazado de mapuchito”-.

Los medios masivos de comunicación contribuyen no solo a entregar una visión miope y tergiversada de la realidad indígena nacional, sino que contribuyen a la exacerbación de los ánimos en los conflictos territoriales del sur, agregando nuevos estereotipos a las viejas descalificaciones discriminatorias. Esta actitud de la prensa y de los medios de comunicación ayuda a la “invisibilidad” indígena urbana, esto es, provoca el desvío de atención de los organismos del Estado hacia la inmensa mayoría de indígenas urbanos, pues hace creer a estos y también a la opinión pública, que para ser Mapuche hay que vivir en el sur, en la comunidad o lofche y además estar involucrado en una recuperación de tierras o comúnmente llamado “conflicto”.[25]

Dicha cualidad o requisito del Mapuche “ideal”, es reproducido por actores relevantes, entre ellos también dirigentes e intelectuales Mapuche que desde su discurso descalifican la existencia de los indígenas urbanos. Se ha llegado a afirmar que los indígenas urbanos (llámese Mapuche, Aymara Rapa Nui, son sujetos “ahistóricos” y por tanto carecen de una memoria histórica y que son un “invento” de las organizaciones indígenas urbanas para fundamentar la necesidad de políticas diferenciadas acusándolas de una suerte de “yanaconismo cultural” al negarse a volver a sus comunidades de origen para proseguir el proceso de “reconstitución territorial” de la nación Mapuche.[26] Al respecto habría que preguntarse ¿Qué pasa si sólo el 10% de los indígenas urbanos registrados por el Censo del ‘92 regresan a sus comunidades de origen?

4.4 La discriminación como producto de la negación

Estudiosos del tema indígena urbano sostienen que el análisis de la presencia o inexistencia de culturas, nacionalidades o etnias no tendría mucho sentido si no fuera porque son sujetos de discriminación. El tema, entonces, radica en conocer cómo, dónde y cuándo se manifiesta la discriminación. Al respecto, hay estudios que para el caso Mapuche entregan algunos elementos que se resumen a continuación:

4.5 Proceso de Recomposición Cultural

La CEPAL señala que “La instalación de grandes contingentes indígenas en zonas urbanas no significa necesariamente que los migrantes pierdan sus vínculos con la comunidad o pueblos de origen, como en general se ha creído hasta ahora. En numerosos casos tanto migrantes como residentes rurales mantienen vivos sus lazos de parentesco, sus vínculos sociales y emocionales con sus lugares de origen” [28]. Ello en el caso de los migrantes indígenas chilenos es particularmente así. La gran mayoría de los indígenas urbanos mantienen relaciones de interdependencia con sus comunidades de origen.

Este proceso de interdependencia favorece al fortalecimiento de la identidad cultural de los indígenas urbanos, tanto así que para el caso Mapuche en Santiago se habla de los Warriache que equivale a autoreconocerse como gente de la ciudad y por lo tanto homónimo de pewenche, lafkenche, williche, wenteche o nagche, todos partes del pueblo Mapuche.

Hoy en día es un hecho comprobado que en contraste con las posturas asimilacionistas de segregación, discriminación y exclusión han surgido en los últimos años un conjunto de estrategias, demandas, propuestas y prácticas que tienden a fortalecer la identidad de los indígenas en los centros urbanos, que se manifiesta en el surgimiento de las organizaciones indígenas urbanas y sus reivindicaciones étnicas, la celebración del We Tripantu y de numerosos Nguillatunes en la R. M.


[16] El Censo de 1992 consideró sólo a la población de 14 años y más y el método usado para determinar la pertenencia fue el de auto adscripción mediante la siguiente pregunta: “Si usted es chileno, ¿se considera perteneciente a alguna de las siguientes culturas?: Mapuche, Aymara, rapanui o ninguna de las anteriores”.
[17] Rodrigo Valenzuela. Situación de los Pueblos Indígenas de Chile. Análisis la Encuesta CASEN 96. División Social de MIDEPLAN, Stgo.
[18] Martín Hopenhayn y Alvaro Bello. Discriminación étnico-racial y xenofobia en América Latina y el Caribe. Serie Políticas Sociales de la CEPAL, publicación de las Naciones Unidas, Mayo de 2001.
[19] Documento de Trabajo de Aspectos Históricos y de la Cosmovisión del pueblo Aymara y Mapuche. Constructora Cucurella , Silva y Cía. Ltda..
[20] Diane Haughney y Pedro Marimán, Centro de Estudios y Documentación Liwen. Ponencia presentada en Seminario “Tierra, Territorio y Desarrollo Indígena”, 6-8 de Diciembre 1994
[21] Rodrigo Valenzuela. Diagnóstico de la Población Indígena en la región Metropolitana. CONADI Stgo. 1995.
[22] Una comisión integrada por el INE y la División Social de MIDEPLAN, trabajaron una nueva propuesta que mejora el formulario del Censo e incorpora criterios de tipo sociológico y antropológico, como por ejemplo una variable lingüística.
[23] Censo de 1992, en Rodrigo Valenzuela, Diagnóstico de la población Indígena de la Región Metropolitana. Santiago 1995.
[24] Clorinda Cuminao, Exposición sobre la Identidad del Indígena Urbano, presentada en la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, en Julio de 2001.
[25] Manifiesto de Concepción 1997: Los medios de Comunicación Social y el Tema Indígena, en Memoria del Seminario de Comunicaciones y Cultura Indígena para el Nuevo Milenio. CENECA-CONACIN-WACC, Santiago,23,24 y 25 de marzo de 2000.
[26] Marcos Valdés, Breves reflexiones acerca de los conceptos Mapuche urbano/rural. En Mapuche.cl/documentos/index.html.
[27] En este punto se recogen los estudios realizados por el PET y por Andrea Aravena de la OAIS con relación a la construcción de una tipología del perfil laboral del Mapuche urbano se señala:” a mayor calificación menores posibilidades de inserción laboral, por el contrario a menor calificación mayores posibilidades de inserción laboral”. Perfil laboral Mapuche urbano: baja calificación, bajos salarios,, alta movilidad, jornadas extensas discriminación por apariencia física sobre exigencias, maltrato por parte de empleadores.
[28] Alvaro Bello y Marta Rangel. Comisión Económica para América Latina y el Caribe. “ Etnicidad, Raza y Equidad en América Latina y el Caribe”. Agosto de 2000.